Controladores en la vida y vacaciones de un parado
En ABC han publicado (véase al margen: pínchese sobre la imagen) la carta de un desempleado que vitupera a los controladores porque le estropearon ‘las vacaciones’ por la ñoñería de sentirse enfermos por estar en la torre ‘a punta de pistola’ (hipérbole retórica). Notable. Debe de ser tal la desesperación del pobre señor por estar parado que quería volar a unas ‘vacaciones’ tal vez ‘eternas’, puesto que se empeñaba en poner su vida en las manos de un controlador profundamente turbado e incapaz de concentrarse en su trabajo altamente especializado y que requiere, para realizarse con garantía siquiera sea mínima, excepcional agilidad mental para salvar la vida, cada segundo, a cientos de personas viajeras.
Algo así nos ilustra desde el propio ABC Juan Manuel de Prada, cuya aguda perspicacia nos hace mantener esperanza en el futuro de la Humanidad, a pesar de quienes se empeñan en lo contrario. Véase lo que hemos resaltado de su artículo (en el margen) y dígannos luego si no está plenamente en lo cierto.
También, afortunadamente, se van elevando voces ‘alarmadas’ sobre la ‘alarma’ en que nos ha metido el ministro Pinocho y el ‘grito’ del vice que con tanto gracejo pictórico representó Munch (véase un ‘post’ anterior). Ahora han sido los fiscales quejándose de que el Gobierno los trate más o menos como a marionetas de feria, y de que se pretenda implantar el ‘Estado Delator’ (en lugar del de Derecho) al plantear lo que en cualquier manual de Economía se describe como “el dilema del prisionero”, y que consiste en ofrecer ‘rebaja de penas’ si los inculpados se acusan entre sí.
Y es que uno de los puntales en que siempre se apoya la tiranía es en sojuzgar el sistema judicial y ponerlo también ‘a toque de corneta’, es decir, sometiéndole a un ‘estado’ poco más o menos equivalente al de la ‘militarización’… Lo cual es muy semejante a chantajear a jueces y fiscales para que incurran en prevaricación y hasta en ‘cohecho’ si es que con descaro se hiciese depender su sueldo a que pasen por el aro y prevariquen…
Por otra parte, el ‘estado de ‘alarma’ es claramente ‘ilegal’: porque no se daban las condiciones exigidas en la Ley y que remiten a sucesos “naturales”, y no a decretos publicados con nocturnidad. Así como también es ilegal la ‘militarización’ porque ésta sólo se admite en el ‘estado de sitio’, pero no en el de ‘alarma’. Y es bien sabido que normas ‘restrictivas’ --como lo son las citadas-- sólo cabe aplicarlas también ‘restrictivamente’, es decir, ateniéndose a ‘la letra’ sin hacer interpretaciones analógicas. No tiene vuelta de hoja. Contradecir esto es ser un perfecto lego en Derecho.
Claro que aún el Gobierno cuenta, por ejemplo, con la ingenuidad de cronistas como Nati Villanueva, que critican en los controladores incluso que invoquen su militarización ante fiscales civiles, sin percatarse tales relatores que la situación ‘actual’ de los interrogados es la que determina su postura de callar o no, al margen de cuándo sucediese lo que se les pregunta.
Igualmente ‘conmovedora’ es la nueva ‘carta’ de un tal Monge que el mismo rotativo publica al día siguiente: debe de tratarse también de otro ‘desesperado de la vida’ que ha echado en falta que los controladores, al declararse con encomiable firmeza y sinceridad --entérense de una vez los fiscales que actúan como títeres-- ‘incapaces’ para tan delicado trabajo porque no estaban en condiciones psicosomáticas de asegurar la ausencia de accidentes catastróficos, no se hayan prestado a ayudar a ‘suicidarse’ a tantos cientos de miles de personas …
¿Y acaso esa consciencia no era lo suficientemente grave y urgente como para mandarles a casita sin tiempo de esperar la memez burocrática de que un médico les firmase la ‘baja’ para su concretísimo trabajo de evitar accidentes; una ‘baja’ que era evidentemente obligada por las despóticas circunstancias y sin la menor duda incluso para el más ignorante?
¡Menos mal que, al igual que JM de Prada, también hay mucha gente sensata que, como Carmen Holgueras, no se deja ni engañar ni llevar por el “¿Dónde va Vicente? ¡Donde va la gente!”. Pínchese (en el margen), y léase, por favor.
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