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viernes, 18 de abril de 2014

Epitafio de reflexiones académicas a la muerte de Gabriel García Márquez






Siempre es triste que muera alguien. Más, si es más conocido. De muchos. Y más, si es tras larga enfermedad que lacera a quienes le rodean.

Descanse en paz García Márquez.

Pero “hasta el mejor escribano echa un borrón. El de este premio Nobel fue el proponer que se suprimiesen los acentos ortográficos del español.

Nunca hemos comprendido tamaña disparatada propuesta, que pareciera indiciaria de una subyacente y lamentable ignorancia eminentemente ‘social’ y filosófica. Porque sin precisión en el lenguaje, y la mayor universalidad de éste y de ella, es imposible ‘comunicarconocimientos y experiencias con que enriquecer a todos gracias al saber de muchos. El español, afortunadamente, es una de las lenguas forjadas y pulidas secularmente con esas cuatro esencias: expansión universal, y capacidad de precisión en la realidad que transmite como resultado de lo que se descubre y se recuerda en toda una vida.

Los dialectos, o degradar los idiomas, más parece, en cambio, resultado del egoísmo o engreimiento paranoide, y ú o del aislamiento por incapacidad mental o rayano en síntoma o síndrome esquizofrénico. Una pena.

Por eso, pareciera impropio de un Nobel de Literatura haberse decantado por que se escribiese ‘revolver’ (para denotar un ‘revólver’ u arma), al tiempo que ‘revolver’ como sinónimo de mezclar con desorden…

Aunque desgraciadamente hemos de apuntar que hoy hay algunos sillones de la Real Academia ocupados más por componendas de lo ‘políticamente correcto’, que por sabiduría y mérito. Y así se constata la depravación idiomática del aceptar, indistintos, un ‘éste’ (pronombre) y un ‘este’ (adjetivo); y otras brutales lindezas…

Como la moda supuestamente ‘progre’ de olvidarse del resto de signos ortográficos que --como las ‘comas, ‘punto y coma, ‘puntos suspensivos, ‘dos puntos, e incluso ‘subrayados, ‘entre paréntesis, o ‘entreguionados-- debieran saberse usar para hacer inequívoca --en vez de equívoca-- la interpretación por el lector de lo que el autor quiso referir.

Pero los doctos actuales de la Academia ni siquiera se han percatado del deber incluir en el diccionario la palabra ‘entreguionado’ y otras muchas, en vez de --verbigracia-- algunas macarradas (neologismo: acción o efecto propios de macarra) que sí que incorporan.

Camilo José Cela fue, por ejemplo, otro que, aun también premio Nobel, ignoraba la riqueza que la puntuación ortográfica es capaz de conferir al español. Otra pena.

Confiemos en que vuelvan las buenas letras españolas a depararnos Nobeles como Jacinto Benavente que, con humor, didáctica, amenidad y sagacidad, glosó la importancia de la puntuación oportuna en su inolvidable --costumbrista, pero filosófica-- “Los intereses creados”.

 Porque el verdadero arte literario consiste en lograr reproducir por escrito, pero de forma inexcusablemente unívoca, la enorme versatilidad que adorna al lenguaje coloquial gracias a la variación constante y sutil de entonaciones con que nos expresamos.

Dr. Prof. Fernando Enebral Casares