Huelga de controladores: linchados por los tiranos idiotas
Los controladores aéreos tienen toda la razón. Y están siendo linchados al más puro y brutal estilo musulmán por una muchedumbre de ignorantes que, por serlo, son tiranos salvajes.
¿Qué sabe el Pepín Blanco, que sólo tiene superadas las enseñanzas de un menor de edad, de lo que es trabajar con alta especialización ante un ordenador y con la enorme responsabilidad de tener en sus manos la vida de millones de personas cada día?
¿Qué sabe la narria caprichosa o el vacuo pinturero de lo que es el estrés de un trabajo que exige continuas decisiones urgentes y gravísimas, pero que quieren irse en avión ‘porque sí’ a otro lugar donde echar un polvo, un palo (o palín, por lo menos), o hacerse una paja (o pajín, como mínimo)?
El que el uso del avión sea, hoy día, algo habitual en la vida de los culillos de mal asiento que sólo piensan --siguiendo el adoctrinamiento ‘socialista’-- en el feroz hedonismo de ‘disfrutar’ (recordemos los cientos de miles gastados en hacer un ‘mapa del clítoris’ para el gozo de las lesbianas) aunque para ello tengan que lapidar a todo el que no les sirva como esclavo…, no justifica que un Gobierno atropelle todos los derechos jurídicos de unos dignísimos trabajadores que requieren en su labor una enorme concentración, agilidad y acierto mental, ejercido además en constante estado de urgencia porque está en juego la vida de millones de personas al día.
¿Derechos? Desde los romanos hasta hoy, los contratos NO se pueden cambiar por el capricho de una sola de las partes contratantes. Si se hiciese esto, sería nulo de pleno derecho. Es decir: sería un acto que jurídicamente ‘no existiría’ y, por tanto, ‘ningún efecto causaría’. Y si, lejos de esto, en cambio quiere imponerse (y se impone) por la fuerza bruta de ‘las armas’ (esto es: haciendo intervenir a los Ejércitos para aplicar una suerte de ‘estado de guerra’ en que se apliquen penas castrenses a los civiles), por ‘decreto-ley’ (instrumento típicamente dictatorial), las nuevas condiciones laborales que NO eran las contratadas y que son las que al Gobierno le vienen en gana (horarios, salarios, sanciones disciplinarias, etc), no sólo estaremos ante un acto jurídicamente ‘nulo de pleno derecho’, sino que estaremos ante un atropello… más propio del acuerdo Hítler-Stalin para masacrar polacos en Katyn, que de una autoridad digna de serlo.
Es una perfecta imbecilidad pensar que el trabajo de los controladores aéreos puede realizarse en situaciones de estrés social o bajo la brutal amenaza ‘militar’. No puede haber médico honesto que no concuerde con esto. Y sería una tremenda irresponsabilidad de AENA (que viene comportándose con modales más propios de las SS nazis que otra cosa, sin velar por que las normas de seguridad se cumplan porque lo único que interesa es el gestionar mucho tránsito para ganar con eso más dinero --y así pasan los plurimortales accidentes que pasan--) el forzar al trabajo a quienes antes, con torpeza y tiranía, se les ha situado en condiciones ‘imposibles’ de serenidad y concentración mental. U obligarles a estar ‘ocho’ horas seguidas frente al parpadeo de una pantalla y con el tremendo agobio que supone el controlar el amasijo de vuelos. ¿Es que el Pepín Blanco, o cualquier otro de los innúmeros ministros completamente ignorantes de su carteras, sería capaz de aguantar ni tres minutos regulando con acierto el tránsito aéreo? ¡Pues cobra muchísimo más por hacer muchísimo menos! De modo que, si se quiere ahorrar, que se vayan a su casa, o a un asilo (donde probablemente sería apropiado recluir a muchos), los miles de ‘parlamentarios’ que calientan poltronas sin mérito ni capacidad para ello.
Los controladores tienen toda la razón, y la gente debería defenderlos y agradecerles su excepcional trabajo, en vez de lincharlos como harían salvajes prehomínidos tiránicos. Son otros los causantes del fiasco. Los controladores son las víctimas brutalmente atropelladas.
Javier de Fernando
Etiquetas: accidentes, AENA, atropello, controladores, estado de guerra, estrés, hedonismo, huelga, idiotas, Javier de Fernando, linchamiento público, militarización, Pepín Blanco, tiranos, víctimas
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