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Reflexiones pluridisciplinares sobre la actualidad reseñada en los medios de comunicación

miércoles, 8 de diciembre de 2010

De linchar controladores hoy, a la matanza de judíos o quema de conventos mañana

Es bien sabido que, desde lo más remoto del tiempo, los déspotas han buscado afianzarse en su tiranía mediante el truco de azuzar al pueblo contra grupos ciudadanos e incluso otros pueblos. Por ejemplo, Pilatos crucificó a Jesús, linchado por los fariseos; y Nerón incendió Roma para echarles la culpa a los cristianos y poder luego tirarlos a los leones para que la plebe se divirtiese y él seguir en el machito. O Hítler culpó de todos los males alemanes a los judíos, para luego exterminarlos pretextando la defensa de la República y, de paso, exterminar también con las SS a cuantos no le adorasen. O Chávez achaca a la prensa el ser conspiradora para aplastarla y presentarse como salvador bolivariano ante los ingenuos. O el norcoreano Kim Jong-il agrede a Corea del Sur para encubrir la miseria y hambruna que sus súbditos esclavizados padecen. Y un largo etcétera. Incluso Roosevelt es sospechoso de ‘consentir’ el ataque a Pearl Harbor para justificar el entrar en la guerra…

Pues todo hace pensar que el ministro ‘del Munch’ (en cuanto que la pintura “El grito” de Munch se nos antoja una buena caricatura del rostro de Rubalcaba según muestra el facsímil del margen) cayó en el tic descrito y, buscando encubrir la supresión de los 426 euros a los parados, el retraso de la edad de jubilación, la inminente subida de la luz en más de un 20%, y el naufragio total, en fin, de Zapatero (que se quedó en España esperando, según dicen, que la Unión Europea viniese a ‘salvarnos’ de la quiebra, y no se le ha visto el pelo durante la crisis aérea), emuló a Nerón provocando la fulminante epidemia de incapacidad laboral entre los controladores al cambiarles por súbito decreto sus condiciones y horas de trabajo, para así poder luego ‘echarles a los leones’ de la gente por dejar en tierra a muchos, y poder así presentarse luego como ‘el mesías’ esperado... declarando nada menos que un ‘estado de alarma’ que autoriza la incautación de todo el patrimonio de quienes no se plieguen a sus órdenes. ¿Se imaginan lo que da de sí esta norma usada en el futuro ‘hábilmente’? Podría dejar chiquitos los atropellos de Stalin.

Hemos reproducido, en fin, y en primer lugar, la información (para recuperarla, pinche sobre cada imagen) contenida en dos ‘blog’ . Con ella se desmienten claramente diversos infundios que han circulado, como lo que dice Simancas en la misma página del “El País” en que figura lo expuesto por los controladores y que también le contradice:

-- los ‘servicios mínimos’ que les imponen son el 120% de los normales (?!);

-- las ‘horas extraordinarias’ eran ‘obligatorias’ (en contra de las normas laborales) aunque bajo el ‘soborno’ de una retribución alta… que se ha visto que era ‘cebo’ para poder después vituperarlos;

-- el cómputo de horas trabajadas se les cambió por súbito decreto el viernes, excluyendo de ellas incluso los cursillos ‘obligatorios’ y hasta los 15 minutos para hacer los relevos;

-- solicitar un máximo de 38 horas semanales es de cajón en un trabajo altamente especializado, fatigoso y del que depende la vida de millones de viajeros, y realizado además en régimen de turnos incluso nocturnos con disponibilidad las 24 horas del día los 365 días del año;

-- pedir una jubilación a los 52 años por los mismos motivos recién apuntados es también de toda lógica; y quienes, como los parlamentarios y ministros, alcanzan pensiones máximas e incluso múltiples con sólo ‘trabajar’ calentando una poltrona durante una década, no tienen, desde luego, autoridad moral alguna para criticar esa petición;

-- achacarles que bloqueasen ampliación de plantilla es una necedad cuando puede… hasta militarizarlos el ministro Pinocho (nombre que hace divertida alusión, descriptiva, a su apéndice nasal y sus frecuentes ‘inventos’); y así sucesivamente.

Lo que es evidente es que la incapacidad laboral se refiere siempre, y exclusivamente, a los específicos cometidos que se tienen; y es igualmente evidente que la persona no es dueña de su subconsciente, y que, por tanto, la capacidad de atención y concentración mental, y de garantía de acierto, no se puede asegurar cuando le han burreado a uno por sorpresa y con brutalidad moral. Y si de nuestra condición psicosomática pueden derivarse accidentes que causen cientos y cientos de muertes, pues… por civismo y sensatez hay que pedir inmediatamente la baja médica. Negar que esto es así, es de perfecto e irredento imbécil.

Seguimos luego con el artículo de JM de Prada en el que advierte en un sentido equivalente al nuestro de más arriba.

Continuamos recogiendo una luminosa aclaración de A. Gª Pérez en “El Mundo” de cómo NO se pueden sustituir los controladores civiles por militares, porque se aboca uno a tener accidentes como el acaecido en Nantes en 1973: porque un controlador tienen que conocer al dedillo todos los detalles orográficos y climáticos, y hasta de etología de las aves, que rodean a ‘su’ torre.

Seguramente por esto es por lo que el ministro Pinocho ve lo imposible de echar mano de un puñado de controladores militares cuyos cometidos son abismalmente diferentes a los de los civiles. Sin que este abismo pueda enjugarse ni siquiera prolongando el 'estado de alerta’ por… meses

En todo caso, la crónica --aun estando ‘suavizada’-- de la adopción de este dramático ‘estado’ nos confirma en cuanto hemos apuntado claramente en contra de las consignas publicadas para el linchamiento de los controladores.

Asombrosamente, medios respetables como el ABC siguen acogiendo borreguilmente esas consignas. No hay más que ver que este periódico sigue sin citar que el decreto del viernes 3 cambiaba arbitraria, brusca y sustancialmente la forma de contabilizar las horas trabajadas, y con efectos retroactivos (contra el art. 9 de la Constitución) que abarcaban todo el año que está acabando, causando con ello una enorme extorsión a estos trabajadores de quienes depende la vida de millones de personas cada día; y que justamente por la conjunción inseparable de ambos motivos era absolutamente ‘obligado’ --por prudencia, civismo y sentido de la responsabilidad ¡precisamente!-- que se declarasen inmediatamente, y de forma masiva (dado que todos los humanos somos, a la postre, igualmente ‘humanos’), de ‘baja laboral’, es decir, incapaces de continuar en ése, concretísimamente ése, su puesto de trabajo.

Y si el Gobierno, que tiene cientos si no miles de ‘asesores’ (con lo que está, por cierto, confesando su notable tasa de ignorancia universal), no cuenta con algún psicólogo o simple --pero honesto-- galeno que le avise de eso, es tan ‘culpable’ del caos desatado como si lo hubiese desatado premeditada y cuidadosamente como ‘ensayo general’ para otros ‘menesteres’ en un futuro...

Por último, no hemos querido dejar de reseñar lo que nos parece una reveladora payasada: la pomposa ‘encuesta’ de “La Razón” (que tampoco ha podido hurtarse a la marea linchadora) que dice que el 85,7 % de la gente despediría a los controladores. Porque sin duda los encuestados no saben lo que dicen. ¿Acaso quieren que se vuelva a cerrar el espacio aéreo por ‘echar’ a los controladores? ¿O es que la señora ésta, o el señor aquél, van a ser ellos quienes nos regulen los vuelos? Porque si así fuese, ¡que nos pille confesados!

En resumen: que el chiste de Mingote (que puede verse abajo) sería acertado con sólo intercambiar los protagonistas: fue el Gobierno quien quiso 'derrocar' a los controladores... pero, con eso, se 'cargó' a los viajeros... O sea; que en vez de 'bolos' el Gobierno, más bien, le tiró a los controladores un boomerang que, al regresar desnucando a esos trabajadores, arrampló también con toda la gente inocente que pescó entre medias...

En definitiva: que los sucesos de estos días nos parecen de extrema gravedad… en la medida que nos recuerdan técnicas de Hítler, Nerón, y otros. Y corremos el riesgo, entonces, de comenzar linchando los controladores hoy, y acabar matando judíos o quemando conventos mañana. Aparte de incautarnos, ¡claro!, de cuanto tengan los que nos caigan antipáticos... ¡Ojo!

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