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miércoles, 16 de noviembre de 2016

La ruina que desata el subir los tipos de interés






Continuando con lo de ayer, transcribimos hoy otro comentario que nos publicaron el 12 de agosto de 1997 en la pág. 7 del Diario “YA”  (conforme se ve en la imagen adjunta):  a modo de  precedente  para el  relato crítico  que haremos próximamente del  disparate económico  que supuso subir los tipos de interés por decisión del Sr. Trichet y su equipo del BCE (Banco Central Europeo).

Lo que a continuación se transcribe, fue escrito algo más de un año después de haber sido relevado el Partido Socialista (PSOE) por el Partido Popular en el Gobierno de la Nación en 1996.

A este relevo se llegó con un tipo de interés legal del dinero del 9%  (véase cuadro adjunto);  un interés del 11,875%  para retribuir la compra de Deuda Pública (que había llegado a ser en junio de 1987 del 19,125% en los préstamos a un día del Banco de España); y uno del 11,356% el que cobraba la Banca en sus préstamos hipotecarios.

Por entonces, nosotros habíamos comentado a economistas tan conocidos como, por ejemplo, Juan Velarde Fuerte, colaborador habitual del “ABC”, que los TIPOS DE INTERÉS deberían REDUCIRSE  ‘de golpe’  en TRES PUNTOS si queríamos  REACTIVAR  la economía…

Así se lo expuse, también, al recién nombrado Vicepresidente Económico; aun a pesar que el propio exministro de la UCD (Unión de Centro Democrático) Luis Gámir Casares, catedrático de Economía que se acababa de incorporar al PP, opinaba lo contrario.

Lo cierto fue que, afortunadamente, se impuso nuestro criterio aun en contra   --todo hay que decirlo--  de casi todos  los del momento…  Y, conforme se puede comprobar en el ya citado cuadro adjunto, el nuevo Gobierno BAJÓ realmente LOS TIPOS en 1,5 puntos el primer año; y  ya en 1998  los había REBAJADO hasta 3,5 puntos desde 1996.

Los espectacularmente favorables resultados de esta política, unida a la de también reducir  --igualmente explicado por nosotros,  doblando el pulso a la ‘ortodoxia de libro’ de D. Cristóbal Montoro --   los Impuestos, demostraron con creces la veracidad de nuestras tesis, que fueron copiadas y asumidas por otros muchos países.

Y  ¡por desgracia para el mundo!  se han vuelto a confirmar  cuando  el ‘lobby’ masónico liderado por Greenspan y Trichet  ha logrado reiterar  el “disparate-Solchaga”  de elevar  los tipos  bajo el FALSO PRETEXTO  de ‘frenar la inflación’…, pero en el más cierto intento DE  CONFINAR  la Banca a un mero y cómodo NEGOCIO  USURERO

Seguiremos con este abrumador asunto…


Error en Rojo

« Error es cualquier divergencia que  se produzca entre nuestro pensamiento y la realidad a que se re­fiere.  Esto quiere  decir que, pa­ra NO  cometer errores, tendre­mos que apreciar esa realidad  en todas sus vertientes y, encontrando  las interacciones que entre ellas existan,  llegar a un pensamiento  coherente  con  to­dos los datos. Por eso es tan fá­cil equivocarse: basta con ha­ber hecho observaciones par­ciales, en vez de  globalizadas, para poder desbarrar.

Y como los mortales, por nuestra limi­tación, no conocemos más que una pequeña parte de lo que nos rodea, por eso ninguno estamos exentos de caer en el error, gran­de o pequeño, fugaz o pertinaz. Es lo que le ha pasado al Gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo.

Su primer error provino de su amigo Carlos Solchaga, por  entonces titular de Economía.  Solchaga, como todo socialis­ta,  estaba  empeñado en que sólo el Estado manejase el dinero y los factores pro­ductivos del país,  y para ello  urdió  SUBIR LOS TIPOS DE INTERÉS para que la gente le entregase todos sus ahorros por la  golosina  de una rentabi­lidad alta.

Se camufló la maniobra bajo el PRE­TEXTO DE combatir LA IN­FLACIÓN, y tampoco se di­jo que era  porque los ale­manes necesitaban recaudar fondos para llevar a cabo su reunificación  y por eso también subían sus tipos. Sin embargo, ni era justo que los demás les costeásemos a los germanos sus gastos o caprichos, ni la excusa de con­tener la inflación servía, puesto que está probado que unos  tipos de interés al­tos contribuyen  precisa­mente  a la inflación,  en vez de rebajarla. Buena prueba de ello es que, EN CUANTO se ha ido Solchaga y HAN BAJADO LOS TI­POS, LA INFLACIÓN TAMBIÉN ha caído en picado.

Además, el error de SUBIR LOS TIPOS LLEVABA AL COLAPSO de la economía. El proceso era que  si comprando Deuda del Estado obteníamos más renta que si manteníamos abierta una em­presa o un comercio, los pe­queños y grandes empresarios y comerciantes cerraban sus ne­gocios para vivir de las rentas desde el sillón de su casa. Con esto, se disparaba el paro, ba­jaba el número de compradores potenciales, descendían las ex­pectativas de cualquier venta y, por consiguientes, más empre­sas y comercios cerraban, y más se volvía a repetir el ciclo recesivo HASTA llegar a LA QUIEBRA del Estado.

Tal proceso era, además, acelerado por la penu­ria que causaba a las familias el que las hipotecas y demás créditos les saliesen  carísimos,  po­niéndolas en situación tan difí­cil que los trabajadores no tenían más remedio que pedir aumentos salariales,  y las em­presas repercutir en los precios esos aumentos tanto como las elevadas amortizaciones de los créditos  que tuviesen concerta­dos. El resultado era, por con­siguiente, un aumento del paro junto con un paralelo aumento --en vez de reducción-- de la inflación.

Ahora, este diagnóstico que hicimos en 1988 --y que trasla­damos a Nicolás Redondo (que convocó huelga)-- se ha visto ple­namente refrendado. Ha basta­do que Rojo haya tenido que  bajar los tipos  por la presión po­pular, para que la economía na­cional haya empezado a normalizarse.

El reciente informe del Banco de España también apunta a lo mismo, cuando di­ce que  "ese descenso (de los ti­pos) ha contribuido al aumen­to de la riqueza financiera de las familias y  a la mejora de la posición financiera  de las em­presas", y que ello ha sido la  causa  de la  recuperación  de la inversión y de la demanda in­terna.

La explicación es que la bajada de los intereses de los préstamos, además de  liberar  dinero,   invitaba a abrir  --en vez de cerrar-- empresas y  aumentar  así el empleo, de forma que la gen­te ha ido teniendo más desaho­go para comprar, y se ha establecido competencia  "a la ba­ja"  de los precios por la entra­da en el mercado de las nuevas empresas,

En consecuencia, la inflación ha bajado conforme teníamos predicho. E incluso los propios Bancos, que podría pa­recer que saldrían perjudicados por la bajada de los tipos, han salido ganando por el principio de que  más valen muchos po­cos que pocos muchos’: Caja Ma­drid ha mejorado su resultado un 10,5 por ciento en el primer semestre respecto del año pa­sado; un 11,4 el Banco de Co­mercio, un 18,2 Banesto, un 19,5 Caja Rural, un 25,9 el Bilbao-Vizcaya, un 30,2 el Santander, un 63,4 el Atlántico...

Pero el error de  Rojo per­siste. No sólo en lo de  los tipos  --que los mantiene, arguyendo lo de contener la inflación--, sino en su insistencia de que  ‘los sa­larios no deben subir’.  Lo cual, además de erróneo, es  insultante  cuando viene de un señor que  no  pasa apuros. Ya quisiéramos ver al señor Rojo teniendo que ponerse de asistenta  por las tardes para llegar a fin de mes --como han de hacer algunos au­xiliares de la Administración Pú­blica, por ejemplo-- y ver si des­pués seguía diciendo lo mismo.

El proponer que los sueldos  no suban,  o que lo hagan en can­tidades miserables, vuelve a ser un  error  tan  grosero  como el de los tipos de interés. Porque  si no subimos  los salarios,  la gen­te no  tendrá dinero para  com­prar  cosas, y el consumo (la de­manda interna) languidece. Las  expectativas  de negocio  ba­jan,  y se  frena  la apertura de  empresas  y  la  competencia  que ellas provocarían  "a la baja"  en los precios. La  creación  de empleo se  paraliza,  la inflación  persiste,  y la reactivación económica se  esfuma.

Es algo que  ya también tenemos dicho en este periódico el 12/12/1993,  y nos alegra que CC OO y UGT hayan sabido  reaccionar  esta vez y exponer que, si los sueldos se congelan, es imposible que ha­ya  reactivación  económica y pos­terior  descenso  del paro.

No se trata,  desde luego,  que la gente  reivindique salarios ilu­sorios.  Las remuneraciones de­ben ir acordes con la  producti­vidad,  con las esperanzas de  ven­tas  en las empresas, y con su  holgura  financiera. Pero, cum­plido esto, y aun contando con que los datos de una entidad no son trasponibles a otra (incluso del mismo sector), es estéril el prurito de frenar los sueldos "porque sí", como si quien plantease esto fuese simplemente por perpetuar las distancias salariales que mediasen entre él y los demás, o poco menos. Es infumable pedir a otros  que si­gan pasando apuros  cuando uno no es capaz de ceder parte de su abultada nómina a alguna ins­titución benéfica.

Y es que el error vuelve a consistir en atender sólo a as­pectos monetarios, olvidando otros factores que intervienen en la mercadotecnia: familiares, sociales, psicológicos, tecnológicos, ecológicos, competenciales, coyunturales, etc. »





Prof. Dr. Fernando Enebral Casares