Peso-Press.- Noticias comentadas

Reflexiones pluridisciplinares sobre la actualidad reseñada en los medios de comunicación

domingo, 22 de junio de 2014

Se destapa Madison Keys como otra nueva estrella del tenis







La jovencita norteamericana Madison Keys, de sólo diecinueve años bien aprovechados, acaba de ganar sobre hierba el torneo internacional femenino (WTA) de Eatsbourne.

Saludamos su entrada en el club de ganadoras de tenis. Sobre todo, porque parece pertenecer a esta nueva generación que no se desborda en aspavientos más propios de tribus de babuinos; sino que asume las victorias y los fallos con la serena sencillez del auténtico y buen deportista. ¡Bravo!

Madison sobrepasa con creces, por ejemplo, a Sharapova en el arte de sacar: diecisiete puntos directos de saque ('aces') en la hora y 55 minutos que duró su partido con Kerber (que ninguno logró...)

Aún muestra hechuras un tanto 'deslavazadas' de niña; pero, impertérrita, suelta unos trallazos muy respetables usando hábilmente las fuerzas de la inercia: de un 'swing' (o movimiento del brazo) largo y sostenido, tanto a derechas como de revés.

¡Enhorabunea, Madison!





jueves, 19 de junio de 2014

En España (¡en el mundo!) cabemos todos






El martes, 10 de mayo de 2011, en vísperas de las elecciones del 22 de aquel mes, este modestísimo blog acogió un comentario del Prof. Dr. Fernando Enebral Casares con ocasión del asalto e incendio de una iglesia en Egipto por musulmanes; y que tuvo su epígono el siguiente 23, felicitando y felicitándose por que las elecciones se hubiesen celebrado con total normalidad.

La indudable y permanente actualidad de las reflexiones de aquel martes, incluso renovada en el día a día cotidiano, nos anima a reproducirlas hoy, resaltándoles --con permiso de su autor-- palabras o frases de mayor interés. Pequeña perífrasis libre, además, a algunas del reciente discurso del Rey Felipe VI, en humilde homenaje suyo, al que expresamos nuestra adhesión.



En España (¡en el mundo!) cabemos todos
 


En España; más aún: ¡en el mundo!..., cabemos todos. ¿Por qué los humanos seguimos rigiéndonos por el atavismo zoológico del sentido de la posesión, de la territorialidad; del prurito pueril, primitivo, tribal, de agarrar con fuerza aquello que tenemos más a mano y gritar: “¡mío, mío!” Y cual leones en celo, rugir y saltar sobre cualquier ser viviente que ose invadir nuestro entorno…?

¡Cuándo comprenderemos que, puesto que todos, por la gran limitación que caracteriza nuestra existencia individual, necesitamos ‘recibir’, lo único inteligente, y realmente ‘humano’, es que todos nos adelantemos a compartir’! Es el único modo mejor de que todos logremos disponer, en el mutuo respeto y solidaridad, del mayor abanico de posibilidades…

Y esto va también, desde luego, dirigido a aquellos que, por alfas o por nefas (y no siempre por méritos correlativos), ‘tienen’ muchos más bienes materiales que la inmensa mayoría de los mortales…

¿Acaso no acabará podrido de soledad ese banquero, verbigracia, que gana medio millón de euros ¡mensuales! por hacer no se sabe bien qué? ¿O acaso no angustiado en su pavorosa soledad el dirigente político encastillado en su torre de marfil, en la que se refocila, cual jabato impúber y alocado, hozando, a la postre, en sus propias inmundicias de las que es desesperado preso?

¿No serían más plenos, más satisfechos si se abriesen a los demás y comprobasen la felicidad inigualable de ‘compartir’?

¿Para qué el dinero o el poderío si no es para procurar hacer más felices a todos?

Encerrarse en una alcoba de espejos, en vez de abrir de par en par las hojas de las ventanas para ‘compartirse’ con el mundo, ¿no acabará enloqueciéndolos al tenerlos continuamente encarados con sus insuperables limitaciones?

Es obvio, evidente, que no existimos ‘por nosotros mismos’: precisamente porque jamás podremos llegar a existir ‘como nos dé la gana’. Y entonces, ¿por qué no acercarnos, con sencillez de corazón, hasta los demás para decirles: “Ecce homo: aceptadme tal cual soy, con amor y compasión: con el mismo amor y compasión que también yo os acepto…; para discurrir juntos, complementándonos, apoyándonos mutuamente, por el laberinto de la vida del que, entre todos, sabremos salir”.

¿Por qué encerrarse tercamente en la endogamia patógena de una etnia concreta, o de uno u otro sentido religioso, político, intelectual o cultural de afrontar el amanecer o asumir el anochecer, en vez de caminar todos gozosamente del brazo para sostenernos recíprocamente en nuestros inevitables traspiés?

En España, ¡y en el mundo!, cabemos todos. Sólo tenemos que colgar en el perchero nuestros impulsos pueriles, zoológicos, primitivos o tribales, de imbéciles (¿por qué no decirlo claramente?), de ese clamar ciegamente “¡mío, mío!”…, para proclamar ¡juntos!, a pleno pulmón, un “¡¡nuestroooo!!” que llene todo el Universo de paz y concordia, y nos llene, también a nosotros, de Universo pleno: del Universo común en el que estamos atrapados, pero que siempre podremos entusiastamente ¡¡compartiiiir!!

Por favor: no nos degrademos hozando continuamente entre nuestras miserias, sin ser capaces de alzar la vista y admirar el firmamento. Ese mismo firmamento que estamos abocados a compartir, porque es único y mismo el que a todos nos cobija.

¿O es mucho pedir? ¿Acaso no es lo más inteligente que pedir?

Dr. Fernando Enebral


 


martes, 17 de junio de 2014

La progresiva evolución de la primitiva República neanderthalensis se coronó al alcanzar la moderna Monarquía parlamentaria








En los comienzos prehomínidos, su organización tribal, de bestial sentido territorial que excluía a todo vecino --algo así como lo que predicaban los nazis y predican ahora los fanáticos separatismos, racistas terrorismos genocidas--, cristalizaba en una especie de República, que sometía el clan al vencedor de la lucha por el poder (cual manada que hocica ante el macho victorioso), erigido en tirano incluso despiadado (recuérdense los ‘sacrificios’ mayas).

Poco a poco, con el aumento de población, crece la complejidad social y se requiere ‘progresiva’ especialización del trabajo, de las competencias y las responsabilidades. Hasta el punto que el jefe, por imperativo de sobrevivencia, necesita rodearse de un grupo de asesores que, con el tiempo, aumenta en número y en frecuencia de debates internos: es el germen de los posteriores Parlamentos.

Curiosamente, a medida  que éstos van asentándose como órgano consultivo para resolver lo cotidiano, el jefe va cediendo paralelamente protagonismo, en tanto que el tal cuerpo colegial invade y asume funciones ejecutivas.

Por otra parte, en la cultura occidental la Jefatura de los Estados va emancipándose progresivamente de la reyerta fratricida de ambiciosos u oportunistas,  recurriéndose para ello a un sistema  preferentemente hereditario que garantice mejor la estabilidad y, sobre todo, la continuidad en la eficiencia de una convivencia pacífica.

Era el lujo que sólo la Historia y la riqueza intelectual podían regalar a los países europeos, que supieron aprovecharlo. De modo que cuando fueron fraguando poco a poco --como en Inglaterra-- los Parlamentos, las Monarquías DIERON a las Repúblicas EJEMPLO de que los Jefes de Estado se reservan una función simbólica, de representación nacional e histórica, y de cohesión superando discrepancias de criterio o planteamiento para las posibles soluciones a los avatares diarios; pero ajena a la refriega partidista y por encima de sus mezquindades.

De este modo, la Jefatura republicana IMITA a las Monarquías, pero torpemente: porque somete al país periódicamente a una multiplicada e innecesaria lucha paranoica por ostentar un poder que sólo será figura simbólica y de freno a los excesos sectarios.

Porque, de otra parte, si el Presidente de República, tal vez haciendo prevaler el sufragio (directo o indirecto) por el que resultase aupado, quisiese  ejercer facultades ejecutivas como las que asumió el General De Gaulle y sus sucesores, o las que asume el Presidente de Rusia o el de EE.UU., correríamos el riesgo de estar emulando la figura de los procónsules romanos que, nombrados con fecha de caducidad, en cambio eran auténticos dictadores totalitarios a plazo tasado.

Más aún: recordemos que en tiempos modernos fue una República, la de Weimar, la que hizo posible  la brutal paranoia nazi. O la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la despiadada tiranía stalinista.

Por otra parte se da la llamativa circunstancia en España --en concreto-- que la República impuesta tras el Golpe de Estado de extrema violencia callejera de abril de 1931 ¡jamás! se sometió a referéndum alguno; en tanto que la reinstauración monárquico-parlamentaria en nuestro país ha superado nada menos de ¡cuatro! referéndumes: el del 26 de julio de 1946, aprobado por el 93% de los votos; el del 14 de diciembre de 1966, por el 95,86%; el del 15 de diciembre de 1976, por el 94%; y el 6 de diciembre de 1978, por el 88,54% de los votantes.

¿A cuento de qué, entonces, la insistente matraca de hacer un nuevo referéndum; matraca sostenida precisamente por quienes ¡jamás! sus antecesores dogmáticos sometieron a referéndum alguno lo que impusieron incluso mediante el exterminio de todo aquél que no se declarase ateo y adicto al marxismo… stalinista por más señas?

Sólo cabe sospechar que sea porque algunos aún ansían obsesos abrirse la posibilidad --por remota que fuese-- de llegar a erigirse en “Presidentes-déspotas” de alguna ‘república’ en la que ellos, además de lucrarse hasta la saciedad  --conforme se ve en casos como los Castro de Cuba, los Maduro de Venezuela, los Sadam de Irak, o tantos otros Bin Laden de pacotilla--, tengan por esclavos rendidos ¡precisamente! a quienes hubiesen logrado previamente arrebatarles su adhesión con vil engaño gracias a que eran ignorantes e ingenuos.

Porque la evolución de la cultura humana sobre la Tierra nos muestra, en cambio, que la mejor organización social se corona (culmina) con el régimen monárquico-parlamentario por el cual el Jefe del Estado asume la representación de éste, pero las leyes las aprueba el Parlamento. Y con la ventaja de, a tal simbólica y neutra representación popular, haberla excluído de reiteradas contiendas paranoico-ambiciosas.