Nuestro sentido homenaje a Alfonso Guerra, Felipe González, José Borrell, Joaquín Leguina, Nicolás Redondo (padre), y tantos otros eximios dirigentes del PSOE con quienes compartimos ocupaciones políticas tiempo ha
Ya que hemos citado a Alfonso Guerra en el blog anterior, no queremos dejar pasar la
ocasión de rendir modestamente desde aquí un sincero y aun emocionado
homenaje hacia esos tantos
dirigentes del PSOE con quienes compartimos ocupaciones políticas de
finales de los setenta y
siguientes, y con quienes se podía hablar de cualquier tema con seriedad y aprecio y
respeto mutuo porque la honestidad
y altura mental y de miras estaba garantizada en toda conversión con
ellos.
Incluso
con alguno compartíamos
buenos amigos
en común. Masones de alto rango, por cierto, y
admirable conducta que daban auténtico lustre a su organización, y que
¡nada tienen que ver! con los execrables comportamientos de algunos advenedizos oportunistas
de ahora, que
son a quienes, por imperioso sentido cívico, a veces
criticamos incluso con
dureza que nos duele…
A aquellos buenos e insignes amigos comunes
(algunos ya, por desgracia, fallecidos), también
vaya desde aquí nuestra añoranza y emocionado recuerdo y homenaje.
Y es que es gran lástima que la
instituciones hayan ido siendo invadidas por personas que ya no exhiben ideas ni
convicciones ni respeto a valores humanos de cualquier tipo, sino sólo el ansia urgente y
desmelenada de escalar puestos cuando realmente no los merecen.
Relataremos tres anécdotas que ilustrarán el
porqué de nuestras nostalgias.
Una es la de aquel comentario que le hicimos a los
postres de una comida pública a Alfonso Guerra: sobre
que naciendo la obligación fiscal ‘a
ejercicio vencido’, nos parecía incorrecto que a los
asalariados se les retuviese ‘a cuenta’ por anticipado, mientras que las empresas sí que se
les respetaba que pagasen los impuestos ‘al
final del año’, y no antes.
Alfonso nos miró con
su simpático gesto por encima de la gafa, y dijo: “Tienes razón, Fernando. Habrá que remediarlo”.
Y a poco --ja,ja--, en
vez de suprimir las retenciones a los sueldos (conforme era nuestro
propósito), …
¡las creó también anticipadas para las
empresas!...
Nada que objetar,
ja,ja (salvo que era lo contrario de nuestra intención): pero ¡vale!.
La segunda anécdota se
refiere a Fraga Iribarne.
Eran días en que se ventilaba si Fraga suponía un ‘techo’ para la antaño Alianza Popular. Y a
la salida de una conferencia le dijimos: “Estamos seguros, Don Manuel, que a usted no le mueven
afanes de protagonismo porque nos consta su sincera humildad de corazón. Pero la
humildad no basta con tenerla: hay que ‘ejercerla’ también de vez en
cuando. Por
eso creo, Don Manuel, que quizá debiera ahora demostrarla… dimitiendo”.
Y… ¡dimitió
de la presidencia del partido a la semana escasa! (Ni que decirse tiene que en la Junta Directiva Nacional en que planteó su
dimisión, y frente al coro de aduladores que le insistían en que la retirase, nuestra voz se alzó en
defensa de respetarle su decisión personal…).
Una tercera anécdota tuvo lugar, por ejemplo, un día
que coincidimos con Nicolás Redondo (padre)
en un acto cultural. Corría el final de 1988, y
Carlos Solchaga, a la sazón Ministro de Economía del PSOE, estaba entercado en combatir
la inflación poniendo los tipos de interés por encima del 11 %, con lo que los
asalariados jamás podían pedir un préstamo y a las empresas les resultaba más
rentable cerrar que mantener una exigua actividad por falta de compradores. Y aumentaba el paro.
Le expusimos a Nicolás sucintamente esta situación
y le advertimos que ante su gravedad social,
si él nada
hacía al respecto desde la UGT, nosotros concurriríamos (en enero de 1989) a la Presidencia del PP (que había de renovarse
por entonces) con un programa socio-económico que resolviese el problema. ¡Y
a los 15 ó 20 días Nicolás,
que era un tío estupendo, convocó una ‘huelga general’
para el 14 de diciembre!. (Con lo cual ya nosotros nos quedamos felizmente
quietecitos…)
¡Qué gran diferencia de
estos grandes personajes de entonces, con la ruindad de los de ahora, capaces de entregar España a ‘invasiones’
extranjeras de variopinto tipo, con tal de auparse ellos sobre ‘la campana de Huesca’, de calaveras de muertos, que preconizaba Carlitos, el hijo del rabino Marx casado con una lavandera a la que maltrataba por despreciarle su baja
condición social…!
Prof.
Dr. Fernando Enebral Casares