La Guardia Civil acierta al diagnosticar el síntoma del accidente con 14 muertos de un autobús en Murcia, pero yerra al presumir la culpa del conductor en vez del fallo mecánico fortuito de los frenos
En el accidente
acaecido cerca de Cieza, en Murcia,
es evidente que el vehículo circulaba
en ese momento más deprisa de la cuenta… Pero
lo que no tiene sentido es achacar eso al conductor, en vez de al fallo mecánico fortuito
de los frenos.
En efecto: siguiendo lo
que predice la experiencia psicológica
del comportamiento de un conductor que se aproxima
a una curva ‘hacia su derecha’ demasiado
veloz, NO ES el que acabe girando el volante ‘a la izquierda’, sino que
SIEMPRE seguirá tratando de tomar esa curva ‘a derechas’… terminando, si acaso, volcado sobre su costado izquierdo y con la trasera
desplazada iniciando
el ‘trompo’, es decir, volviéndosele el morro hacia el sito de donde
venía. Y
esto no
fue lo que sucedió en el accidente de Murcia.
Por el contrario, en el suceso que nos ocupa el conductor
actuó realmente como se corresponde con una situación IMPREDECIBLE, en vez de una erróneamente valorada (como
es el caso de estimar que la curva a la que se enfrenta puede ser despachada a
más velocidad de la prudencial).
Cuando se enfrenta a lo impredecible, el conductor YA
NUNCA va a tratar de tomar la curva que estaba PROGRAMADA, sino que, ‘como objetivo
prioritario y excluyente de cualquier otro’, va a buscar REMEDIOS contra lo sorprendente
que se le presenta.
¿Y cuál era aquélla
en el accidente de Cieza? Razonablemente, el que los frenos no respondiesen cuando se les requirió.
Entonces, y
sólo entonces, comienza a primar el propósito urgente
de ‘parar’ el autobús…
¡mandando a paseo la curva que es por la que hemos descubierto el fallo
impredecible!. Con
dos actuaciones muy claras: una, seguir de frente con la esperanza de lograr ‘detener’
(no, ‘virar’); y
dos --e incluso sin ser consciente de este empeño, sino instintiva y
automáticamente quizá--, tratar de ‘chocar’ el vehículo con algo que ‘le pare’. En esta ocasión, contra dos obstáculos: primero,
los bordillos de las isletas de
ordenación del tránsito en el cruce; y segundo --y en última instancia, a la desesperada--, contra el quitamiedos
de la carretera.
Insistimos: bien pudo ser, INCLUSO, sin que
el conductor llegase a ser consciente de
esta motivación ‘refleja’.
Es por esto cuando así resulta
plenamente plausible
que, en efecto, el autocar SIGUIESE RECTO (olvidándose por completo de la curva que le llevaría hacia Calasparra) atacando DE FRENTE las isletas, y luego también
CASI de frente el
guardarraíles de hierro… hasta
caer --desafortunadamente, por no
haber sido suficientes esos obstáculos para pararle-- por el terraplén… ¡que le
quedaba A LA IZQUIERDA de la
trayectoria proyectada!...
Y dice la Guardia Civil,
con admirable ingenuidad de niño chico, que… ¡NO
HABÍA SEÑALES DE FRENADA!... ¡¿Y CÓMO QUIEREN QUE LAS HUBIERA SI PRECISAMENTE
LO QUE SUCEDÍA ES QUE LOS FRENOS NO FUNCIONABAN?!
Esta es aún la mejor
demostración, e irrebatible, de que
se trató de un fallo mecánico fortuito: porque es completamente
contrario a los reflejos automáticos humanos el que el conductor no pisase el
freno si ve que, por su descuido, va
demasiado deprisa…
Que… ¿había unas cortas marcas de neumáticos poco antes de
saltarse el pretil? Tal vez es que volviesen a funcionar entonces los frenos… O
tal vez eran señales de que las ruedas rodaban forzadas ya lateralmente… O
quizá el chofer logró meter de golpe una marcha más corta,.. aun muy
corta,… e incluso cabe que hasta la ‘marcha
atrás’ (…aun a costa de cargarse la caja de cambios…)
Lo que no vemos por parte alguna como
respuesta psicomotora refleja es que yendo a tomar una curva a la derecha (que,
por cierto, tampoco era gran cosa; y probablemente se puede acometer bastante
más deprisa de lo que se cree), se vaya… ¡hacia la
izquierda! buscando CHOCAR contra el quitamiedos…
Lo siento…, pero no lo veo. Lo que veo es un hombre que ha salvado 43 vidas.
Dr.
Prof. Fernando Enebral Casares