A la hora de escribir estas líneas, ya son cerca de 80 los enfermos de gripe
'porcina' en España, y va en rápìdo aumento. En EE.UU., unos 400. Esto, claro, sólo puede suceder cuando Barack Obama, Presidente yanqui, dice algo tan tonto como que no es necesario cerrar las fronteras, y aquí la Trini, flamante Ministro de Sanidad, le copia a ojos cerrados. Ambos, desde luego, son todo lo legos que se puede ser en temas de fisiología humana, medicina y salud colectiva o individual. Y así no se puede sacar adelante país alguno.
No se pueden nombrar Ministros de Sanidad a personas cuyo único mérito para el puesto es, quizá, ser
'una cara bonita' que sonríe incansable a su jefe. Su impericia o torpeza podría llegar a considerarse
'homicidio masivo por imprudencia' si su lenidad o desidia para tomar --por lo demás-- cómodas y elementales medidas preventivas arrastra a una epidemia
continuada y
progresivamente más
grave...
El virus de
la gripe es extraordinariamente
fácil de confinar y, así,
desactivar para que no se propague.
Basta con mantener incomunicado al enfermo durante
un corto periodo de
tiempo.
La gripe tiene un periodo de
incubación (expansión en el organismo sin causar aún síntomas apreciables) de
tres a seis días generalmente. El posterior brote sintomático es brusco, y dura otros
tres a seis días (salvo que haya infecciones bacterianas oportunistas y que, en ocasiones, son quienes llevan al colapso multiorgánico y la muerte del paciente; pero que ya no contagian gripe). El contagio se produce durante el periodo de incubación y el de brote agudo, pero
no durante la convalecencia o las complicaciones secundarias: bronquitis, hepatitis, colitis, etc. Por tanto, el
contagio entre personas es posible
sólo durante seis a, como mucho,
doce días.
En consecuencia, y tal como acertadamente recomendó el Gobierno mejicano, bastaría con que se paralizase la actividad colectiva durante cinco a quince días para que la posible epidemia se hubiese desvanecido.
Por eso, y para el caso que nos ocupa, la medida apropiada sería el
cierre simultáneo de fronteras en todos los países durante quince días, siempre y cuando también se confinasen por quince días todos los que presentasen el brote gripal, junto con todas las personas que hubiesen tratado desde
seis días antes de aparecerles la fiebre. Porque es evidente que, si hay contagio, se prolongará el tiempo en que el virus seguirá activo, al pasar
sucesivamente de uno a otro sujeto...
¿En qué consistiría el cierre de fronteras? En habilitar laboratorios (de
'campaña', si preciso fuese) en cada puesto fronterizo, y en los que hacer un rápido análisis de sangre a quien quisiera franquearlo
: si daba negativo a la prueba de presencia de antígenos en sangre, pasa; si da positivo, es retenido durante quince días. Y se acabó la pandemia.
Lo que es una idiotez es hacer pasar a los transfronterizos por un detector de
'fiebre', puesto que
el virus también se contagia antes de desencadenar
fiebre.
Por otra parte, el uso generalizado de
mascarillas durante quince días por
todos aquellos que transiten y se relacionen con otras personas, es igualmente apropiado. Porque el virus se traspasa por vía aérea. Jamás por comer
carne de cerdo, por ejemplo
: porque se alberga y desarrolla en los
epitelios del aparato respiratorio y, excepcionalmente, de otros órganos vitales, como hígado, corazón, riñón, intestino o incluso cerebro; pero no en la
carne que, además, se cocina o, si se trata de jamón, se
cura con salazón durante largo tiempo.
Lo malo es cuando la ministra Trinidad Jiménez
'se va de gripe': es decir, deconoce de hecho el problema y su remedio, y sólo se ocupa de seguir sonriente.
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