Epitafio de reflexiones académicas a la muerte de Gabriel García Márquez
Siempre
es triste que muera alguien. Más, si es más conocido. De muchos. Y más, si es
tras larga enfermedad que lacera a quienes le rodean.
Descanse
en paz García Márquez.
Pero
“hasta el mejor escribano echa un borrón”. El de este premio Nobel fue el proponer que se suprimiesen los acentos
ortográficos del español.
Nunca
hemos comprendido tamaña disparatada propuesta, que pareciera indiciaria de una subyacente y
lamentable ignorancia eminentemente ‘social’ y filosófica. Porque sin
precisión en el lenguaje, y
la mayor universalidad de éste y de ella, es imposible ‘comunicar’ conocimientos y experiencias con que enriquecer a todos gracias al saber
de muchos. El español,
afortunadamente, es una de las lenguas forjadas y pulidas secularmente
con esas cuatro esencias: expansión universal,
y capacidad de precisión en la realidad que transmite… como resultado de lo que se descubre y se recuerda
en toda una vida.
Los dialectos, o degradar los idiomas, más parece, en cambio, resultado del egoísmo o engreimiento paranoide, y ú o del aislamiento por incapacidad mental o rayano
en síntoma o síndrome esquizofrénico.
Una pena.
Por
eso, pareciera
impropio de un Nobel de Literatura haberse decantado por que se escribiese
‘revolver’ (para denotar un ‘revólver’ u arma), al tiempo que ‘revolver’ como sinónimo de mezclar con desorden…
Aunque
desgraciadamente hemos de apuntar que hoy
hay algunos sillones de la Real Academia ocupados más por componendas de lo ‘políticamente correcto’, que
por sabiduría y mérito. Y así se
constata la depravación idiomática del aceptar, indistintos, un ‘éste’ (pronombre) y un ‘este’ (adjetivo);
y otras brutales lindezas…
…Como
la moda supuestamente ‘progre’ de olvidarse del resto de signos ortográficos que --como las ‘comas’, ‘punto
y coma’, ‘puntos suspensivos’, ‘dos puntos’, e incluso ‘subrayados’,
‘entre
paréntesis’, o ‘entreguionados’-- debieran saberse usar para hacer inequívoca --en vez
de equívoca-- la interpretación
por el lector de lo que el autor quiso referir.
Pero
los doctos actuales de la Academia ni siquiera se han percatado del
deber incluir en el diccionario la palabra ‘entreguionado’
y otras muchas, en vez de --verbigracia-- algunas macarradas (neologismo: acción o efecto propios de macarra) que
sí que incorporan.
Camilo José Cela fue, por ejemplo, otro
que, aun también premio Nobel, ignoraba
la riqueza que la puntuación ortográfica
es capaz de conferir al español. Otra pena.
Confiemos
en que vuelvan las buenas letras españolas a depararnos Nobeles como Jacinto Benavente que, con humor,
didáctica, amenidad y sagacidad, glosó la importancia de la puntuación oportuna en su inolvidable --costumbrista, pero filosófica-- “Los
intereses creados”.
Porque el verdadero
arte literario consiste en lograr reproducir
por escrito, pero de forma inexcusablemente unívoca, la enorme
versatilidad que adorna al lenguaje
coloquial gracias a la variación constante y sutil de entonaciones con que
nos expresamos.
Dr.
Prof. Fernando Enebral Casares
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