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Reflexiones pluridisciplinares sobre la actualidad reseñada en los medios de comunicación

viernes, 9 de agosto de 2013

Parejas de hecho y familias por derecho




Este blog se anuncia como  pluridisciplinar. No ha de extrañar, pues, que haya muchos temas que querríamos comentar, pero que se amontonan sobre la mesa sin lograrlo.

Hoy, tirando de hemeroteca, rescatamos unas reflexiones del año 1994 (Diario “YA” de Madrid, 3 de junio, viernes, pág. 15)  introductorias sobre parejas, familias y matrimonio, que nunca pierden actualidad. Insertamos una imagen de su publicación, y las reproducimos con subrayados para mayor amenidad. El tema no se agota con ellas.

Familias por derecho

La familia es inevitablemente un ente 'jurídico', un compromiso claro, público y estable, libremente elegido para la vida en común



Todos los días saluda el alba con su piar —casi un canto— el gorrión que anida desde hace años en mi balcón. Desde entonces forma pa­reja con una gorrioncilla joven y rubicunda, con tonalidades áureas que acercan su plumaje al del zarcerillo común. Crían de marzo a julio,  y se profesan una fideli­dad admirable. Jamás él se retrasa en 'cumplir' cabalmente con ella  cuando, con un gorjeo soste­nido mientras encoge el cuello y tremula sus alas, le invita a montarla. Comparten la comida  avi­sándose cuando la encuentran,  y pasan siempre la noche juntos. También comparten el cebar a su prole, aunque es ella quien carga con la mayor parte de esto.  Y ya son abuelos. Forman, pues, una  pareja muy estable, un 'matrimonio feliz'.



Porque  el matrimonio  es mucho más que ya­cer en el mismo lecho o cohabitar en el mismo local. Es, ante todo y sobre todo,  compromiso.  Compromiso firme de  compartir  tareas y  responsabilidades, proyectos y abnega­ciones, éxitos y difi­cultades. Como los comparten este par de gorriones que alegran mis desayu­nos. Pero a quienes, una vez, uno de sus retoños se les murió.



Un compromiso que puede asumir una u otra de las facetas humanas, desde las  'civiles' o cívicas de compartir haciendas y responsabilidades por nuestro comportamiento y hasta por nuestros hijos..., hasta las pulcramente espirituales de  formar un equipo  para superarnos con vistas a nuestra progresiva  perfección.  Pero un compromiso que, como tal, entraña siempre un cierto  'acto jurídico'  por el cual cada uno  cede  derechos y  acepta  deberes con los que ir, entre ambos, construyendo el  proyecto  en  común.



Una comunidad gracias a la cual  se amplíen nuestras expectativas y se nos faciliten sus logros. Pero una comunidad que nunca podrá ser ni en­tenderse  'de hecho',  sino siempre y necesaria­mente  'de  derecho':  del  'derecho' que nace de aquel compromiso, de aquel  'acto jurídico', de aquella decisión nuestra  libremente  tomada y pu­blicada, con ánimo —precisamente— de   'obligar­nos'.  Obligarnos ante nosotros mismos y obligar­nos ante los demás.  Por eso  —y perdónesenos nuestra lógica— no alcanzamos a comprender cómo algunos hablan y hasta propugnan el reco­nocimiento de lo que es una intrínseca contradic­ción o contrasentido en sus propios términos: las familias o emparejamientos  ‘de hecho',  para quie­nes abren, incluso, registros  'para los no registra­dos'  y que llevarán, sin duda —siguiendo la pro­pia dinámica que ellos mismos ponen en mar­cha—, a la apertura futura de  nuevos  registros... "para los  no registrados  en los registros  'de no re­gistrados'  en los registros de...", y así sucesiva­mente.



Ni a los propios gorriones que crían en mi bal­cón se les hubiera ocurrido tamaña sinrazón. Por­que ellos saben muy bien, y practican día a día, que formar una familia es  algo más, mucho más,  que pernoctar en el mismo lugar: es  asumir  que cada cual  ya no  puede hacer, ni va a hacer,  lo que le dé la gana,  sino que hay un  reparto  de compe­tencias, de trabajos y de responsabilidades, que cada uno arrostrará  en nombre de todos,  y todos saldrán comprometidos  'por derecho'  con lo que cada uno haya he­cho o dejado de hacer.



Porque la familia es inevitablemente, y por sí misma, eso: un ente  'jurídico':  un compromiso claro, público y estable, libremente elegido, 'de  compartir  y de  repartirse'  el entramado de quehaceres que su­pondrá la vida en familia, la vida en común. Y un reparto, además, siempre  alegre y amoroso,  por­que se  propone y acepta  como una íntima [y recíproca] do­nación.



Habrá, pues, opción al olvido y al desuso del matrimonio y la familia si el egoísmo y el desa­mor se adueñan de nosotros. Pero no podrán cambiarse los nombres por capricho u oportunis­mo, tratando de llamar ahora  'familia'  a lo que es simple reunión efímera de intereses inconfesos,  sin  asomo siquiera de ánimo de  comprometerse.  Un 'comprometerse' que, para que sea  'sacra­mento'  eclesial, deberá incluir expresamente la decisión de compartir  hasta  la eternidad los méri­tos  y  deméritos  que ganemos con nuestro com­portamiento.



Como Cristo quiso compartir con nosotros la gloria de su resurrección.



Prof. Dr. Fernando Enebral Casares





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