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Reflexiones pluridisciplinares sobre la actualidad reseñada en los medios de comunicación

sábado, 10 de agosto de 2013

El matrimonio civil y el religioso y el sacramental




Reproducimos ahora las reflexiones publicadas en el  Diario “YA” de Madrid, el viernes 20 de mayo de 1994, en su pág 15. Resaltamos especialmente de ellas lo dedicado al  aspecto sacramental del matrimonio canónico regulado por la Iglesia católica; aspecto sobre el que ésta, y para nuestra extrañeza, suele pasar como de puntillas…

Esta nueva transcripción prolonga, de algún modo, la anteriormente recogida en este blog.

Compromiso y familia

¿La simple convivencia entre personas constituye ya una familia? ¿No es necesario,
además, un compromiso explícito y específico?


La creación de un  "registro" para  "parejas" en algunas localida­des, o la recomendación de la ONU de  congelar  la población mundial en 7.000 millones para el año 2000, e incluso los debates sobre  poligamia y cristianismo habidos en el Sínodo de África, junto con la celebración en La Laguna (Tenerife) y Madrid de sendas "semanas" o congresos teológicos sobre  la fa­milia, su significado y su inserción sociocultu­ral, nos hace preguntarnos, en primer lugar,  si  acaso la  simple convivencia  entre personas constituye  ya  una  "familia". Nosotros creemos que no, que ésta requiere un  compromiso  ex­plícito,  específico y publicado,  que excede del mero compartir una habitación y algunos go­ces. Pero ¿compromiso  civil o religioso?


Si fuese "civil", es obvio que estaríamos ante un acuerdo público de compartir aspectos  jurídicos y sociales de la vida, incluida la responsabilidad meramente "ciuda­dana" de cuidar a los hijos. Pero si quisiéramos darle un carácter religio­so "natural" en el hombre, que le vie­ne de asumir su condición de creatura —el ser "una creatura más" dentro de la Creación— y que le insta a la solidaridad, el respeto y el esfuerzo para al­canzar la mejor  armonía universal,  es la reli­giosidad del Génesis y del Antiguo Testamen­to que nos lleva, por cierto, hacia un pondera­do "ecologismo" para gobernar la Tierra sin expoliarla, y que, en el ámbito personal, exige el respeto al cónyuge y hacia la prole, su cuida­do, su apoyo y su defensa. Esto supone ya todo un "compromiso común", una aceptación con­junta de normas de comportamiento, que es mucho más que un solo "contrato" civil con que repartirnos haciendas y competencias. Se­ría ya un auténtico núcleo familiar, matrimo­nio  religioso,  pero no  "sacramental"  todavía.


Porque este segundo tipo de matrimonio re­ligioso, el "sacramental", nace de la nueva di­mensión religiosa del hombre desvelada por el Nuevo Testamento, y por la cual el ejercicio de nuestro albedrío no nos será ya juzgado sólo desde una perspectiva puramente  individual,  sino por hasta qué punto hemos cooperado al acervo común de méritos y deméritos que nos abrió la encarnación de Cristo. Este es el signi­ficado de "la Nueva Alianza": el de la  unión de Cristo con su Iglesia, que el matrimonio cristia­no  simboliza,  y por el cual es "sacramento".


¿Cuál es, pues, el contenido específico de éste? El compromiso consciente y libérrimo de compartir en el futuro los méritos y deméritos que merezcamos por la serie de  elecciones ínti­mas  que vamos haciendo cada día. Elecciones, por lo demás, que siempre acaban  reduciéndose  a si asumimos con serenidad y espíritu de cooperación nuestro papel en la vida, o por el contrario a si nos empeñamos en  anteponernos  a todos y a todo  para nuestra  exclusiva —aun­que  efímera— satisfacción.


Pero está claro que un matrimonio consti­tuido mediante un tipo así de compromiso, de  compartir  méritos y deméritos,  impli­ca en los cónyuges una condición biu­nívoca y de conti­nuidad que cuadra perfectamente con la  monogamia.  Dentro de ella esta­rán contenidas ya todas las mismas reglas que tenía el matrimonio  "natural",  pero completadas ahora con otras como la  "paterni­dad responsable"  de tener hijos desde el  "reco­gimiento"  de quien se conoce capaz de engen­drar  personas  a quienes procurar orientar lue­go también hacia el Creador. Este sentido  tras­cendente  será una nueva fuerza nucleadora de la familia que emergerá como "escuela de  ciu­dadanía"  donde ejercitar las virtudes sociales del respeto, el mutuo apoyo, la paciencia, la comprensión y la complementación.


De igual modo, y desde el matrimonio como forma de compartir méritos y deméritos  "a imagen y semejanza  de la unión que la Nue­va Alianza reveló entre Cristo y su Iglesia", muchas dudas sobre moral matrimonial y sus diferencias con otras formas de cohabitación se desvanecen, mientras cobra nuevo sentido la vida en familia: el sentido luminoso de  com­partir  proyectos y caminos... hasta  la eter­nidad.



Profs. Drs. Ana María y Fernando Enebral Casares
          (Dra. en Teología y Dr. en CC. Información)


 

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