Una bomba en el avión ruso derribado en el Sinaí no es compatible con el gráfico de su vuelo

El pasado sábado 31 de octubre cayó sobre el desierto (muy llano, por cierto) del Sinaí un avión civil ruso con 224 pasajeros.

El periódico “El País” publicó al día siguiente, junto con la noticia, un gráfico de velocidad y altitud descrito por el avión hasta el momento de su caída, y que reproducimos al margen.

No sabemos las fuentes y fiabilidad en que se basaba ese gráfico. Pero, de ser suficientes, lo que parece claro es que una bomba que explosionase en la cabina del pasaje o la bodega no parece compatible con tal gráfico.

En éste, en efecto, se aprecia un ascenso brusco del Airbus 321 de la compañía Kogalymavia antes de sucumbir, aunque su velocidad no se redujo por ello. Lo cual sugiere la entrada a máxima potencia de sus motores.

Semejante comportamiento parece más compatible con una maniobra urgente de ‘evasión’ al detectar la presencia de algún proyectil, e incluso con la pérdida --lo primero de todo-- de la cola del fuselaje; que una bomba no explica en suficiente coherencia con otros detalles.

También es más compatible con la propia respuesta de los países que --incluída Rusia-- han ordenado la suspensión de los vuelos “sobre el Sinaí” (no medidas en el embarque, sino prohibiciones ‘de vuelo’).

Por tanto, lo alarmante del caso parece residir en que los terroristas islámicos tengan ya misiles capaces de rebasar los 9.000 metros de altura; altura que podrían haber querido superar rápidamente los pilotos para escapar al supuesto máximo alcance previsto.

De no ser por esto, creemos --por contra-- que la mejor maniobra de evasión podría haber sido un picado muy brusco en giro e incluso vuelo invertido --si las características aerodinámicas lo permitiesen; que lo dudamos-- para ‘cruzarse’ con el misil antes de darle tiempo a rectificar su trayectoria que --no lo olvidemos-- es de persecución, y no de retroceso.

En definitiva, nos inclinamos a desechar el atentado con bomba.

Fernando Enebral Casares