Un Halloween que expresa la máxima depravación social, cultural y moral
La ‘fiesta’ --o más bien, burdo aquelarre entre los demoníacos aquelarres que incitan al desenfreno ante la muerte--
llamada Halloween
es la más repugnante expresión de la depravación social,
cultural y moral a la que puede llegar una civilización
que ha dejado de ser humana para convertirse
en algo peor aún que los animales de la selva. Porque éstos, al menos, matan lo
imprescindible para sobrevivir. Mientras
las personas hoy se matan entre
sí por mera ‘diversión’
de los enloquecidos ‘jefes’ que con
engaños e invocaciones a las más ruines pasiones conducen a sus pueblos al suicidio en masa.
¡Ni los elefantes se
ríen de sus muertos y de la muerte, a
quienes veneran en lo recóndito de ‘cementerios sagrados…’ !
¿Acaso habrá quien se ría y haga chanza y mofa o befa de
los muertos habidos hace dos años en el Madrid Arena en aquella fiesta enloquecida
que por ganar un miserable montón de monedas organizaron unos cuantos?
Ha llamado a
nuestra puerta un grupo de niños
descerebrados --tanto, sin duda, como sus padres-- pidiendo un aguinaldo para juerguearse aún más de la muerte y de los muertos… Y les he
preguntado qué les parecería si otros como ellos se rieran y divirtieran
a costa de que sus
padres, o ellos mismos, muriesen mañana mismo alcanzados por un rayo, doblegados por una hemorragia,
arrastrados por huracán, o… simplemente de hambre y enfermedad y miseria como tantos miles de niños --como
ellos-- mueren a diario en el mundo.
¡ Más de 20.000 por desnutrición, falta de agua, epidemias
o pandemias!
Se fueron con el rabo --rabo corto, como de hienas-- entre las piernas… Pero ¿ qué
clase de padres les azuzan al jolgorio rabioso en su corta vida por burlarse de la muerte ¡ de la que no escaparán por mucho que robasen y matasen para saciarse en lo podrido de sus entrañas!?
El recuerdo de la muerte es para animar a la solidaridad
entre los humanos. Pero no para incitarles a unos festejos salvajes,
propios de las más prehistóricas tribus incultas, en una puerca avaricia de unos disfrutes
siempre efímeros, ruines y miopes.
¡Abominamos
de Halloween como signo que es de la máxima depravación social, cultural y
moral a la que puede llegar una civilización, un colectivo, o una persona
humana!
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