Apostillas a la semblanza de Santa Teresa de Jesús en “El País”
No es lo habitual que el diario
“El País” destine por entero una de sus páginas a la semblanza de algún santo, y más extraño aún es, si cabe, si ese
santo es nada menos que Teresa de Ávila
que, por la narración de sus arrebatos
místicos, podría producir
alguna desazón en quienes crean que
el dinero todo lo puede.
Verbigracia, fueron
clérigos quienes enviaron a la hoguera a
Juana de Arco por el ‘insoportable’ --para ellos-- hecho de haber tenido fervores que ellos nunca sintieron ni pudieron ‘comprar’...
Saludamos, pues, con simpatía
esta semblanza de la de Ávila, que acierta, además, al resaltar algunos aspectos
y narraciones de la santa que nos merecen
apostilla en orden a su exégesis.
Y empezaremos por los últimos subrayados que hemos hecho en el artículo publicado
(y que, como es habitual en este blog, adjuntamos en formato ‘imagen’ que poder
recuperar y leer): los relativos a la ‘humildad’ que la abulense, pese a
su carácter vivo, denotaba; y que a profanos podría sorprender. Porque
, ¿cómo no engreírse, sabiéndose
receptora de favores imposibles de mercadeo?
La explicación a esto es, en realidad,
muy lógica y sencilla. Bastará con repasar lo que ya tenemos publicado
en otras fechas y ocasión en este blog.
Por ejemplo, el post del 7 de mayo de
2012 (relacionado con los del 30 de enero de ese año), y que aquí también anexamos debidamente subrayado.
En éste se recordaba que nuestra
existencia nos viene ‘participada’ de la que lo es ‘por-sí-misma’
y que ésta, por serlo, forzosamente abarcó todos ‘los posibles’ cuando ‘se aceptó’ existir.
Es decir: que el ‘existente-por-sí-mismo’ existe ‘porque le da la gana’, y por tanto carece por completo de
limitaciones (excepto dejar de existir, dejar de ser Amor Infinito, o
contradecir en cualquier otro modo su propio ser existente): que es tanto como
decir que es Infinito. (Nosotros, el 30
de enero del 2012 propusimos representarlo, en lenguaje matemático, como la esfera de radio infinito).
Señalábamos, en efecto, que el acto
de decirse ‘sí’ a su propio
existir es uno simplicísimo, ‘puntual’,
instantáneo, irrevocable, y que, al
haber ya abarcado y realizado de golpe y condensadamente en ese único
y simplicísimo acto (el ‘sí, quiero’)
todo lo ‘posible’, su ‘antes’ y su ‘después’ son idénticos y, por lo mismo, fuera de un concepto de ‘tiempo’ basado siempre en la comparativa entre dos estados
diferentes: el de tener unas veces lo que en otras
no.
Es decir: que sólo cabe ser realmente inmutable cuando se es infinito. Porque
sólo entonces nada hay ’fuera’; de
modo que también nada podrá ‘incorporarse’
en el futuro, y se es, por tanto, ‘invariable’,
y ya sin posibilidad de comparar algún ‘antes’
con algún ‘después’ (Se es también,
por ello, ‘atemporal’ y, por lo mismo, ‘eterno’).
Entonces es cuando empezamos a comprender claramente por qué los místicos --como Santa Teresa-- jamás, por serlo, podrán
engreírse:
Porque no es posible
conocer la infinitud de Dios sin anonadarse por la propia infinitesimalidad. Y si ese conocimiento es tan fuerte, tan claro y
tan directo como el que se recibe ‘de
regalo’ y ‘de existencia a existencia’ (es decir: marginando o ‘saltándose’ las coordenadas ‘espacio-tiempo’), es obvio que excluya todo engreimiento tras un tal
conocimiento de ese Infinito que más evidente aún nos muestra nuestra
propia insignificancia . Desde entonces, las vanidades se tienen sólo
por lo que son: naderías; y sólo se cae, si acaso, en cólera ante las
injusticias u otras cualesquiera profanaciones
de la dignidad humana.
No hay, pues, contrasentido alguno en saberse ‘regalado’ y, pese a ello, ser cada vez
más íntima, profunda y sinceramente ‘humilde’.
Esa humildad que --apunta el
articulista-- en Santa Teresa se
trasluce en su tendencia al uso literario de diminutivos. Tendencia,
pues, que, aun anecdótica, se hace sintomática de la veracidad de las vivencias ‘místicas’
que describe y que, por esta vía, la confirman.
De modo análogo, la narración de una de esas vivencias que Teresa describe y
el articulista nos transcribe, también se vuelve lógica si la
contemplamos, en su contexto y metáforas empleadas por la santa, con los símiles expuestos por nosotros
en este blog (por ej., léase el 9 de
febrero de 2012, que también acompañamos en formato ‘jpg’), cuando tanteábamos semejanzas a los posibles cómos o porqués
de esos arrebatos místicos de los que
en la Historia nos han ido dejando noticia: llamaradas
(del Amor) que envuelven e inundan, y que,
procediendo de un Infinito que incide en un
infinitésimo, es lógico que al
místico le inspiren sensación de ‘estallar’… por ver si
así cupiese algo más de ese ‘Infinito’
en tan diminuto recipiente…
Por último, el
‘dolor’ al que alude la santa habría que asociarlo con la contrición de
verse tantas veces estúpido por perder
la perspectiva de nuestra insignificancia
y de nuestra obligada
disponibilidad y solidaridad ontológica…
Dicho sea todo ello en homenaje a la santa de Ávila y a su semblanza publicada en “El País”.
Dr. Prof. Fernando
Enebral Casares
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