El árbitro italiano Nicola Rizzoli roba a Argentina el Mundial de Brasil 2014
Quienes retransmitieron por televisión para España el partido final del Mundial de Fútbol 2014
celebrado ente Argentina y Alemania,
no dudaron ni un momento que el supuesto
‘despeje’ del portero alemán, Neuer,
arrollando a Higuaín tras noquearle con un tremendo rodillazo en la mandíbula,
era un penalti como una catedral. Pero además,
merecedor de expulsión automática del tan brutal agresor, que a punto estuvo de decapitar literalmente al jugador argentino. Un golpe así puede
romper las cervicales y causar la muerte instantánea. Y hasta
el más lego en fisiología lo sabe. Con
mayor razón el árbitro que,
por eso, debió pitar inmediatamente
el castigo y la expulsión del portero
por semejante agresión cuya única justificación plausible sólo parece la de lesionar gravemente al oponente.
Los porteros
gozan de protección en su área pequeña.
Pero de ningún modo tienen allí patente de corso para atentar contra la integridad física y aun la propia vida de los
delanteros del equipo contrario. Menos aún en la linde del área grande,
incluso rebasándola con su atropello
hasta el punto que su puño estaba ya fuera de esta demarcación (véase, arriba, foto 2). PENALTI Y TARJETA ROJA DIRECTA FULMINANTES.
Pero dicen las
malas lenguas que el apocamiento italiano,
demostrado durante su injerencia en la guerra española (popularmente acuñado con
la frase “corren que se las pelan (las piernas)”, es proverbial en momentos críticos, y que las posibles presuntas severas instrucciones de Renzi para ganarse la simpatía de Merkel y que le disculpe sus muchas
faltas (económicas), pudieron agobiar
al pobre Rizzoli.
O sea: toda una
vergüenza internacional que debiera pesar como oprobio indignante para
cualquier europeo que se precie de serlo: serio, honesto, e
inteligente.
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