Lo último en disparates sobre tasas judiciales
Leemos en el ABC de hoy una
‘carta al Director’ del Abogado del Estado Sr. Pérez-Embid que nos parece lo último en disparates que se pueden
decir sobre el invento --ya de por sí disparatado-- de
implantar tasas judiciales con
el declarado propósito de que los
ciudadanos NO hagan valer en los Tribunales sus derechos frente a cualquier
atropello.
Porque el sorprendente envite de
Pérez-Embid no va en la dirección de suprimir --supresión que es lo único razonable-- dichas tasas,
sino… en… ¡¡ampliarlas!! y exigirlas
¡¡también!! a los que sufran una demanda
y pretendan desmontarla.
O sea: que si ya era situar en indefensión --y mediante una burda discriminación por
razón del dinero: ¡quien no lo tenga, no se defiende!--
a los que necesiten tutela judicial efectiva pero no sean grandes
adinerados, viene ahora este bueno Abogado
del Estado a querer que también
sólo
las ‘grandes
fortunas’ puedan rebatir las acusaciones
que les hagan,… mientras que no podrían hacerlo todos los demás mortales que
no cuenten con riqueza suficiente como para ‘depositar’, de golpe y porrazo,
muy elevadas ‘tasas’ antes de poder decir “esta boca es mía”….
Pues… ¡qué bien!
Sobre todo porque sabe, sin duda, el
proponente de tan peregrina ‘ampliación’ (por su pertenencia a los Abogados del Estado) que los flagrantes atropellos que la Administración hace a los
ciudadanos, tienen dichos Abogados luego que… ¡¡apoyarlos ¡¡como sea!!!! (según mandato expreso
recibido) recurriendo toda resolución judicial que corrija lo ya hecho
por la Administración, por muy disparatado que haya sido; de tal forma que los miembros de este digno Cuerpo de juristas,
que debieran haber velado anticipadamente por que la Administración SIEMPRE actuase ‘conforme
a Derecho’, resulta que se ven degradados al papel de picapleitos fuleros que apoyan todas
las burradas que hagan funcionarios discapacitados para el cargo donde estén…, ¡y son
¡ellos! quienes colapsan
los Juzgados!
¿No sería mejor modo de
aligerar de asuntos los Tribunales
--sobre todo, los Contencioso-Administrativos-- que los Abogados del Estado, en vez de querer defender siempre lo frecuentemente indefendible que se le haya ocurrido hacer a la
Administración, actuasen incluso ‘de
oficio’ en contra de ésta cuando
hubiese metido la pata, anulando sus actos y sancionando al funcionario
‘alegre’?
Por ejemplo: ¿no habría sido estupendo que la
Abogacía del Estado hubiese avisado al Ministro que eso de imponer tasas INDISCRIMINADAS (infringiendo por ello la ‘proporcionalidad’
imperada en el art. 31.1 CE) “no se podía hacer”… por mucho
que al Ministro le apeteciese hacerlo?
Mutatis mutandi, ¿no
habría sido mucho mejor que los Generales de Hítler le hubiesen parado los pies
a tiempo, en vez de matarse tratando de complacerle?
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