Lara Arruabarrena-Vecino en el Grand Slam norteamericano U.S. Open 2012 de tenis
A Lara Arruabarrena-Vecino, vasca ella –como no podía ser de otro
modo– con veinte añitos, la vimos hace
algunos meses casualmente jugar un campeonato de tenis en un club madrileño.
Nos llamó la atención su exquisita ortodoxia en la ejecución de los golpes, y
nos quedamos hasta que concluyó su partido sin irnos a la ducha aunque habíamos
terminado el nuestro. Y nos tomamos después el no pequeño esfuerzo –porque uno
es, tan barbudo y anciano, irremediablemente tímido– de salir a su encuentro
para darle la enhorabuena por lo bien que –a nuestro entender– lo hacía, y
darle ánimos para que siguiese por ese camino sin desfallecer. Y fue ejemplar la humilde sencillez y naturalidad con que nos lo
admitió y agradeció, como si fuésemos amigos desde la infancia. ¡Impar!
Por eso nos ha agradado, y
mucho, verla ahora, 115ª de la WTA,
en la 2ª ronda (o vuelta) del Grand Slam norteamericano, el U.S.
Open 2012, midiéndose nada menos que con Jelena Jankovic, que llegó a nº 1 aunque luego ha bajado por los
inevitables desajustes psicológicos que la fama causa y que en el tenis pasan
implacable factura.
Lara,
en cambio, admira por su increíble equilibrio personal. Así ha
mantenido peloteos larguísimos, de hasta cerca de cuarenta raquetazos, en la disputa de algunos tantos, y siempre ha tratado ‘de tú a tú’ a Jelena que, finalmente, y por las
muchísimas más ‘tablas’ que tiene,
y a base de aguantar bola lo indecible en plan muy conservador, ha logrado ganar
el encuentro de 1 h 45 min por 6-4, 6-2.
Pero desde aquí, y desde
nuestra modestia, no queríamos dejar pasar la ocasión de felicitar y animar a Lara, tal como ya hicimos un día de hace pocos
meses personalmente en Madrid
conforme ha quedado ya antes dicho.
Javier de Fernando sr.
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