El pensamiento de Tierno Galván era el propio de un masón de alto rango
Leemos con curiosidad, no
exenta de algún asombro, el artículo en ABC
de Olegario González que se adjunta al margen. Nos
suscita una breve glosa.
Porque D. Olegario, al haber
omitido --porque no lo sabe, u otra causa-- la clave fundamental para entender el
pensamiento que Tierno Galván
destilaba en sus comportamientos y escritos, deja sin explicación su agnosticismo
militante que predicaba;
explicación que no es otra
que el ser masón de alto rango.
Compruébese que lo era con sólo revisar los vídeos de su entierro y ver el
signo que un allegado suyo le hacía sobre su ataúd.
En efecto: como ya se ha recogido en alguna ocasión en
este blog, lo único que a los masones se
les exige profesar es el procurar su
prosperidad personal --y apoyar la de sus camaradas-- sin cortapisa alguna.
La única será la que les autoimponga
su propia inteligencia en aras de colmar sus ambiciones
del mejor modo posible: fácil, rápido
y estable. (Recordamos a este respecto, como anécdota, la frase del ‘socialista’
Solchaga en abril de 1988 que le traicionó su obsesión subconsciente: “En España –dijo; y hasta
repitió días después-- se puede hacer mucho dinero, muy fácil y muy rápidamente”. Y en seguida, claro, los escándalos ‘socialistas’
de corrupción de Roldán y otros lo corroboraron…).
Afortunadamente son muchos los masones que
conocemos que acogen con inteligencia
la prudencia y la bonhomía como
medio eficaz de alcanzar riqueza y poder sin estridencias. ¿Quién, por ejemplo,
podría criticar la fortuna acumulada por empresarios que huyen del protagonismo
mediático, como Oscar Mayer, y a
nadie hacen daño aun cuando no lleguen a tanto como el repartir todos sus
bienes entre los pobres? Pero hasta incluso alguno, como Warren Buffet (véase nuestro blog del 24 agosto 2011), plantea algo
así como un acertado “Plan Marshall” de los ricos hacia los pobres…
En esta misma línea de ‘lavar imagen’, las logias
masónicas organizan actuaciones más o menos filantrópicas y, desde el siglo
pasado, muchos de sus miembros, echando mano de la demagogia, se presentan en público
--tal como hizo Enrique Tierno en Madrid
o Pascual Maragall en Barcelona, o hacen
Rubalcaba, Zapatero, Montilla, López
Aguilar, etc-- bajo la etiqueta de ‘socialistas’. En realidad, nada les importa lo que no sea su
propio lucro, pero una forma fácil de conseguirlo es embaucar o engañar a los ingenuos.
Por desgracia, otros los hay perversos, como los que
promueven la degradación social como fórmula de extender la esclavitud mental y
emocional de la que obtener luego pingües ganancias… Es, por ejemplo, algo de lo
que se le escapó al Acalde Galván
cuando celebraba su victoria y animó a los jóvenes presentes a “fumarse
un porro”… O como cuando algún
medio de comunicación, sostenido por familias masónicas, se pasa la vida coreando
todo lo que sean revueltas, enfrentamientos sociales, libertinaje o desórdenes de
todo tipo, destierro de pudores íntimos y éticos, etc.
En definitiva, el agnosticismo
militante de Enrique Tierno se
nos aparece congruente con el
postulado masónico de que no puede
aceptarse cortapisa alguna a
nuestras ambiciones, ya sean razonables, o ruines. Y claro está que, entonces, lo primero que hay que desechar es toda idea de ‘trascendencia’:
el individuo deberá tenerse por su propio
y único ‘dios’, y fuera de él ya todo debe
tomárselo en consideración sólo en cuanto
que tenga que ‘usarlo’ al servicio exclusivo de su ambición. Se entiende ahora,
pues, que Tierno Galván no se ‘entretuviese’
siquiera en hablar de cristianismo o ateísmo:
le bastaba y sobraba con ignorarlos mediante
el truco de predicar un agnosticismo (nada pienso; nada asumo)
que le validaba el erigirnos en ‘dioses’ de nosotros mismo. Hasta donde la fisiología
nos lo permita.
Por eso no estamos demasiado
de acuerdo con González de Cardedal
en su tenor argumental. Nosotros, conforme lo recogido otras veces en este
blog, somos más partidarios de, a personajes como Tierno y tantos otros, invitarles más abierta y simplemente a una
íntima, última, radical, serena y sincera reflexión
personal e intransferible --y que
basta con que la hagan en lo más profundo y recoleto de su corazón-- sobre algo
tan irrebatible como que –según nos dejó aquí el Prof. Fernando Enebral el 30 de enero y 7 de mayo pasados-- ninguno
de nosotros existe ‘por-él-mismo’, y que, por tanto, ‘alguien’ sí que tiene que existir ‘por-sí-mismo’.
Es decir: todos nosotros formamos parte de una misma ‘creación’ emanada de ese Ser que existe-por-sí-mismo; y,
por ende, YA
NO podemos tenernos por ‘diosecillos
de nosotros mismos’ con ánimo de ‘poner todo cuanto podamos AL SERVICIO de nuestro capricho
o ambición’ relativizando todo según
nuestra miope y efímera conveniencia, SINO QUE, si queremos alcanzar nuestra
plenitud existencial, forzoso es que
asumamos nuestra condición de ‘partícipes de un universo que no podemos instrumentalizar a nuestro exclusivo y caprichoso antojo,
sino que tenemos que COMPARTIR con recíproco respeto y apoyo mutuo’.
Y ésta es --pensamos-- la idea fundamental (y ‘ecológica’ al mejor estilo de
Francisco de Asís) que los filósofos
y, más aún --querido D. Olegario-- los teólogos debieran irse dedicando a
desarrollar hasta sus últimas y detalladas consecuencias,… si es que de
veras queremos que la vida humana siga siendo vida pero, sobre todo,
consiga ser plenamente humana.
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