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lunes, 30 de julio de 2012

El pensamiento de Tierno Galván era el propio de un masón de alto rango






Leemos con curiosidad, no exenta de algún asombro, el artículo en ABC de Olegario  González que se adjunta al margen. Nos suscita una breve glosa.

Porque D. Olegario, al haber omitido --porque no lo sabe, u otra causa--  la clave fundamental para entender el pensamiento que Tierno Galván destilaba en sus comportamientos y escritos, deja sin explicación su agnosticismo militante  que predicaba;  explicación que no es otra que el ser masón de alto rango. Compruébese que lo era con sólo revisar los vídeos de su entierro y ver el signo que un allegado suyo le hacía sobre su ataúd.

En efecto:  como ya se ha recogido en alguna ocasión en este blog, lo único que a los masones se les exige profesar es el procurar su prosperidad personal --y apoyar la de sus camaradas--  sin cortapisa  alguna.

La única será la que les autoimponga  su propia inteligencia en aras de colmar sus ambiciones del mejor modo posible: fácil, rápido y estable. (Recordamos a este respecto, como anécdota, la frase del ‘socialista’ Solchaga en abril de 1988 que le traicionó  su obsesión subconsciente: “En España –dijo; y hasta repitió días después--  se puede hacer mucho  dinero, muy fácil  y muy rápidamente”.  Y en seguida, claro, los escándalos ‘socialistas’ de corrupción de Roldán y otros lo corroboraron…).

Afortunadamente son muchos los masones que conocemos que acogen con inteligencia la prudencia y la bonhomía como medio eficaz de alcanzar riqueza y poder sin estridencias. ¿Quién, por ejemplo, podría criticar la fortuna acumulada por empresarios que huyen del protagonismo mediático, como Oscar Mayer, y a nadie hacen daño aun cuando no lleguen a tanto como el repartir todos sus bienes entre los pobres? Pero hasta incluso alguno, como Warren Buffet (véase nuestro blog del 24 agosto 2011), plantea algo así como un acertado “Plan Marshall”  de los ricos hacia los pobres…

En esta misma línea de ‘lavar imagen’,  las logias masónicas organizan actuaciones más o menos filantrópicas y, desde el siglo pasado, muchos de sus miembros, echando mano de la demagogia, se presentan en público --tal como hizo Enrique Tierno en Madrid o Pascual Maragall en Barcelona, o hacen Rubalcaba, Zapatero, Montilla, López Aguilar, etc--  bajo la etiqueta  de ‘socialistas’.  En realidad, nada les importa lo que no sea su propio lucro, pero una forma fácil de conseguirlo es embaucar o engañar a los ingenuos.

Por desgracia, otros los hay perversos,  como los que promueven la degradación social como fórmula de extender la esclavitud mental y emocional de la que obtener luego pingües ganancias… Es, por ejemplo, algo de lo que se le escapó al Acalde Galván cuando celebraba su victoria y animó a los jóvenes presentes a “fumarse un porro”…  O como cuando algún medio de comunicación, sostenido por familias masónicas, se pasa la vida coreando todo lo que sean revueltas, enfrentamientos sociales, libertinaje o desórdenes de todo tipo, destierro de pudores íntimos y éticos, etc.

En definitiva, el agnosticismo militante  de Enrique Tierno se nos aparece congruente con el postulado masónico de que no puede aceptarse cortapisa alguna a nuestras ambiciones, ya sean razonables, o ruines. Y claro está que, entonces, lo primero que hay que desechar es toda idea de ‘trascendencia’:  el individuo deberá tenerse por su propio y único ‘dios’,  y fuera de él  ya todo debe tomárselo en consideración sólo en cuanto  que tenga que ‘usarlo’ al servicio exclusivo de su ambición. Se entiende ahora, pues, que Tierno Galván no se ‘entretuviese’ siquiera en hablar de cristianismo o ateísmo: le bastaba y sobraba con ignorarlos mediante el truco de predicar un agnosticismo (nada pienso; nada asumo) que le validaba el erigirnos en ‘dioses’ de nosotros mismo. Hasta donde la fisiología nos lo permita.

Por eso no estamos demasiado de acuerdo con González de Cardedal en su tenor argumental. Nosotros, conforme lo recogido otras veces en este blog, somos más partidarios de, a personajes como Tierno y tantos otros, invitarles más abierta y simplemente a una íntima, última, radical, serena y sincera reflexión personal e intransferible --y que basta con que la hagan en lo más profundo y recoleto de su corazón-- sobre algo tan irrebatible como que –según nos dejó aquí el Prof. Fernando Enebral el 30 de enero y 7 de mayo pasados--  ninguno de nosotros existe ‘por-él-mismo’, y que, por tanto, ‘alguien’ sí que tiene que existir ‘por-sí-mismo’.

Es decir: todos nosotros formamos parte de una misma ‘creación’  emanada de ese Ser que existe-por-sí-mismo; y, por ende, YA NO podemos tenernos por ‘diosecillos de nosotros mismos’  con ánimo de ‘poner todo cuanto podamos AL SERVICIO de nuestro capricho o ambición’  relativizando todo según nuestra miope y efímera conveniencia, SINO QUE, si queremos alcanzar nuestra plenitud existencial, forzoso es que asumamos nuestra condición de ‘partícipes de un universo que  no podemos instrumentalizar a nuestro exclusivo y caprichoso antojo,  sino que tenemos que COMPARTIR con recíproco respeto  y apoyo mutuo’.

Y ésta es --pensamos--  la idea fundamental (y ‘ecológica’  al mejor estilo de Francisco de Asís) que los filósofos y, más aún --querido D. Olegario--  los teólogos debieran irse dedicando a desarrollar hasta sus últimas y detalladas consecuencias,… si es que de veras queremos que la vida humana siga siendo vida  pero, sobre todo, consiga ser plenamente humana




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