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martes, 14 de octubre de 2014

Apostillas a la semblanza de Santa Teresa de Jesús en “El País”







No es lo habitual que el diario “El País” destine por entero una de sus páginas a la semblanza de algún santo, y más extraño aún es, si cabe, si ese santo es nada menos que Teresa de Ávila que, por la narración de sus arrebatos místicos, podría producir alguna desazón en quienes crean que el dinero todo lo puede.

Verbigracia,  fueron clérigos quienes enviaron a la hoguera a Juana de Arco por el ‘insoportable’ --para ellos-- hecho de haber tenido fervores que ellos nunca sintieron ni pudieron ‘comprar’...

Saludamos, pues,  con simpatía esta semblanza de la de Ávila, que acierta, además, al resaltar algunos aspectos y narraciones de la santa que nos merecen apostilla en orden a su exégesis.
 
Y empezaremos por los últimos subrayados que hemos hecho en el artículo publicado (y que, como es habitual en este blog, adjuntamos en formato ‘imagen’ que poder recuperar y leer): los relativos a la ‘humildad’ que la abulense, pese a su carácter vivo,  denotaba; y que a profanos podría sorprender. Porque , ¿cómo no engreírse, sabiéndose receptora de favores imposibles de mercadeo?

La explicación a esto es, en realidad, muy lógica y sencilla. Bastará con repasar lo que ya tenemos publicado en otras fechas y ocasión en este blog. Por ejemplo, el post del 7 de mayo de 2012  (relacionado con los del 30 de enero de ese año), y que aquí también anexamos debidamente subrayado.

En éste se recordaba que nuestra existencia nos viene ‘participada’ de la que lo es ‘por-sí-misma’ y que ésta, por serlo, forzosamente abarcó todos ‘los posibles’ cuando ‘se aceptó’ existir.



Es decir: que el ‘existente-por-sí-mismo’  existe porque le da la gana’, y por tanto carece por completo de limitaciones (excepto dejar de existir, dejar de ser Amor Infinito, o contradecir en cualquier otro modo su propio ser existente): que es tanto como decir  que es Infinito. (Nosotros, el 30 de enero del 2012 propusimos representarlo, en lenguaje matemático,  como la esfera de radio infinito).

Señalábamos, en efecto,  que el acto de decirse ‘sí’ a su propio existir es uno simplicísimo, ‘puntual’, instantáneo, irrevocable, y que, al haber ya abarcado y realizado de golpe y condensadamente en ese único y simplicísimo acto (el ‘sí, quiero’) todo lo ‘posible’, su ‘antes’ y su ‘después’ son idénticos y, por lo mismo, fuera de un concepto de ‘tiempo’ basado siempre en la comparativa entre dos estados diferentes: el de tener unas veces lo que en otras no

Es decir: que sólo cabe ser realmente inmutable cuando se es infinito.  Porque sólo entonces nada hay ’fuera’; de modo que también nada podrá ‘incorporarse’ en el futuro, y se es, por tanto, ‘invariable’, y ya sin posibilidad de comparar algún ‘antes’ con algún ‘después’ (Se es también, por ello, ‘atemporal’ y, por lo mismo, ‘eterno’).

Y es que todo gira en torno a la infinitud de quien ‘existe-por-sí-mismo’.

Entonces es cuando empezamos a comprender claramente por qué los místicos --como Santa Teresa-- jamás, por serlo, podrán engreírse:

Porque no es posible conocer la infinitud de Dios sin anonadarse por la propia infinitesimalidad. Y si ese conocimiento es tan fuerte, tan claro y tan directo como el que se recibe ‘de regalo’ y ‘de existencia a existencia’ (es decir: marginando o ‘saltándose’ las coordenadas ‘espacio-tiempo’), es obvio que excluya todo engreimiento tras un tal conocimiento de ese Infinito que más evidente aún nos muestra nuestra propia insignificancia .  Desde entonces, las vanidades se tienen sólo por lo que son: naderías; y sólo se cae, si acaso, en cólera ante las injusticias u otras cualesquiera profanaciones de la dignidad humana.
 
No hay, pues, contrasentido alguno en saberse ‘regalado’ y, pese a ello, ser cada vez más íntima, profunda y sinceramente ‘humilde’. Esa humildad que --apunta el articulista-- en Santa Teresa se trasluce en su tendencia al uso literario de diminutivos. Tendencia, pues, que, aun anecdótica, se hace sintomática de la veracidad de las vivencias ‘místicas’ que describe y que, por esta vía, la confirman.

De modo análogo, la narración de una de esas vivencias que Teresa describe y el articulista nos transcribe, también se vuelve lógica si la contemplamos, en su contexto y metáforas empleadas por la santa, con los símiles expuestos por nosotros en este blog (por ej., léase el 9 de febrero de 2012, que también acompañamos en formato ‘jpg’), cuando tanteábamos semejanzas a los posibles cómos o porqués de esos arrebatos místicos de los que en la Historia nos han ido dejando noticia: llamaradas (del Amor) que envuelven e inundan, y que, procediendo de un  Infinito que incide en un infinitésimo, es lógico que al místico le inspiren sensación de ‘estallar’  por ver si así cupiese algo más de ese ‘Infinito’ en tan diminuto recipiente…
 
Por último,  el ‘dolor’ al que alude la santa habría que asociarlo con la contrición de verse tantas veces estúpido por perder la perspectiva de nuestra insignificancia y de nuestra obligada disponibilidad y solidaridad ontológica…

Dicho sea todo ello en homenaje a la santa de Ávila y a su semblanza publicada en “El País”.


Dr. Prof. Fernando Enebral Casares 




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