FUNCIÓN SOCIAL DE LA BANCA
Nuestra adhesión al artículo de Ana Botín
publicado en “El País” bajo el título
de “Reinventar la Banca”, y que hemos
expresado en nuestra anotación de ayer en este blog, merece recordar, respecto
de ese propio título, lo que nosotros ya propusimos en fecha tan pionera como la del 14 de
abril de 1988 (va a hacer, pues, la friolera de 30 años), tras nuestra
asistencia a un acto del Club Siglo XXI. Propuesta que a continuación transcribimos y que
ya reprodujimos en el nº 77-bis, páginas 168 a 170, de “Gaceta Fiscal” de mayo de 1990.
Al hacerlo, conservamos el texto original; pero
introducimos hoy resaltes tipográficos para mayor amenidad.
Por otra parte, llamar la atención sobre nuestra
coincidencia --ya desde
entonces-- con lo publicado por Ana Botín
ahora, respecto
de la exigencia inevitable de “transparencia”
que deben exhibir las actividades bancarias.
Y, por el paso del tiempo, también cabe actualmente
apuntar que una de las formas de contribuir a
actividades PRODUCTIVAS es, sin duda, FACILITAR la COMERCIALIZACIÓN de bienes
de consumo, cultura, turismo,… y un largo etcétera posible; y que ya
la Banca está en ello…
Sin embargo, aún cabría practicar UNA INNOVACIÓN
importante en cuanto al impulso de inversiones productivas: en vez de ‘préstamos’ basados en el mero juego de ‘intereses’ que pagar o cobrar, ¿por qué
no tantear los CONTRATOS
DE PARTICIPACIÓN EN BENEFICIOS
--como sustitutivo de esa ‘atrocidad’
especulativa de los ‘tipos de interés’--, respecto de las actividades productivas que la Banca financiase?
Se nos antoja que, con este novedoso pero ‘de Perogrullo’ sistema bancario de recuperar los
préstamos, el prestatario sería el primer esforzado en ganar ‘lo más posible’, y el
prestamista en seleccionar lo
más ‘socialmente’ razonable y,
por tanto, exitoso…
Pero ¡dejando de lado; por favor!
esa figura infernal de ‘usureros’
irredentos, y de repudiable ‘especulación’,
que
entraña lo de basar el negocio bancario en SÓLO cobrar ‘INTERESES’ por lo
préstamos, y que dispara la ‘INFLACIÓN’…
Sobre esto, además, hay mucho que
hablar otro día …
Pero bástele hoy lo que sigue:
«la dinámica social
lleva hacia una concentración de recursos monetarios en la Banca, lo cual
implica en ésta la responsabilidad social de administrarlos bien».
¿Cómo?
Este es el punto que pasamos a analizar.
El cometido de
los Bancos era, en verdad, tradicionalmente el de la intermediación financiera: unos les aportaban
sus ahorros,... para que otros les pudiesen pedir dinero prestado.
Pero ahora
existen otras formas y vías de
financiación, como son las ventas a plazos, los alquileres con opción
final a compra (leasing), las entidades de seguros y fondos de previsión, las
gestoras de ahorros (mediante operaciones en Bolsa, inmobiliarias, etc.),... e
incluso las cooperativas y Cajas de Ahorro. De modo que la Banca ya no es
necesaria estricta como intermediaria financiera. Y por eso un comensal
preguntó: ¿qué le cabe ahora, pues, hacer a la Banca?
Sin embargo la respuesta no es posible, a nuestro
juicio, si se sigue pensando sólo en términos de
rendimiento económico.
En
efecto: en estos términos de mero rendimiento
económico, se pueden conjugar muy pocas bazas: poco más que los tipos de interés que se pagan al impositor (el
que deja su dinero depositado en los Bancos), y los que se cobran al
prestatario (quien pide un crédito). De aquí que la Banca
pretenda hoy ampliar sus actividades también a operaciones hipotecarias,
de leasing, de Bolsa, de fondos de pensiones, y otras. Aunque todas éstas, desafortunadamente,
en el mismo ámbito de intereses que se cobran o se pagan.
¿Por
qué el adverbio "desafortunadamente"? Porque las operaciones basadas en el juego de
intereses no son productivas y, por
consiguiente, no contribuyen al florecimiento de riqueza y bienestar por sí
mismas. Son simplemente especulativas (juegan con la riqueza y la pobreza
de los ciudadanos) y, en cuanto tales, favorecen la inflación (ese logro de la economía,
del que hemos hablado ya en otras ocasiones). Por eso nos parece que no es recomendable
esta orientación exclusiva de la Banca.
Por el contrario, la Banca asume hoy,
de hecho, una amplia gama de gestiones en beneficio de los ciudadanos, entre
las que no son baladíes el pago de facturas, impuestos y tasas, la información
sobre estos extremos y la financiera en general, el dinero de plástico (uso de
las tarjetas de crédito y otros documentos cambiarios), etc.
Es
precisamente esta centralización de gestiones
ciudadanas, y de fluidificación de las transacciones comerciales, lo que inevitablemente llevará a una concentración de recursos
monetarios en la Banca incluso prescindiendo de rendimientos financieros
--prescindiendo de qué intereses pagan o cobran--, porque los particulares
preferirán crecientemente depositar su dinero en ella para
que ésta "se encargue después de todo".
Es la dinámica social espontánea a la que aludíamos.
Ahora bien: tal concentración de
recursos monetarios entraña también una responsabilidad
social que excede por completo del papel meramente empresarial. Y
hay, además, que señalar que tal RESPONSABILIDAD NO es OPTATIVA --es decir, que
pueda aceptarse o rechazarse a voluntad--, SINO que es INHERENTE a la causa
misma que induce tal concentración: la de la centralización de gestiones y la
agilización comercial. Sería un fraude o trampa social proponer el caramelo de los servicios sin
continuarlos luego con el corolario inevitable de seguir gestionando bien los recursos así conseguidos.
Insistimos: puesto que los recursos le llegan a la Banca porque
se brinda a gestionar, y no por
el libre juego de cobrar o pagar intereses, sería una felonía después desertar de
esta misión gestionadora antes de llevarla a su término natural: la reactivación de la
economía en general.
Ésta será, pues, la función social de la Banca hoy: contribuir
al florecimiento de riqueza y bienestar ciudadanos.
¿Cómo?
Sólo hay un camino: PROMOVIENDO LAS ACTIVIDADES PRODUCTIVAS en la
sociedad, en vez de, o antes que, las especulativas.
Por su parte, semejante promoción de la productividad es sólo posible en
dos vertientes: mediante
inversiones propias --participando la Banca en empresas industriales, de
investigación y desarrollo tecnológico, y de servicios--, y favoreciendo las inversiones
ajenas --facilitando
préstamos a bajo interés para la creación y dotación instrumental de empresas
privadas creativas--. Es, pues, de importancia capital para que la Banca cubra
su función social que tenga libertad para fijar a la baja los intereses de sus préstamos. Una baja de los tipos de
interés que no le iba
a representar descenso de ingresos, porque,
al hacer más baratos los créditos, tendría más demanda de ellos, y recaudaría a
la postre, a base de muchos pocos, más que con pocos muchos. Aunque --también es
verdad-- quizá aumentase su riesgo.
Justamente por
este aumento de riesgo, el equilibrio en la fijación de los tipos de interés se
lograría de tal modo que no por ellos se disparase una inflación a lomos del
exceso de demanda de bienes y servicios proveniente de un exceso de dinero
líquido obtenido mediante préstamos baratos. Y,
en todo caso, al Estado le quedaría la opción de una política fiscal --de impuestos
y desgravaciones-- que condujese la masa monetaria y el consumo
adecuadamente. Política fiscal --resaltamos-- que está para eso; pero que no
debe basarse, en nuestra opinión, en la fijación gubernamental de los tipos de
interés.
Finalmente, habrá también que considerar
algún mecanismo de vigilancia y control del cumplimiento que los Bancos hagan de su función social: ésta de promover la productividad y, con
ella, el florecimiento de riqueza y bienestar. Tal mecanismo sólo puede y debe basarse en la transparencia de las actividades
bancarias, que incluye el que los Bancos divulguen correctamente lo que están
haciendo en beneficio de la productividad general. Enlazaríamos, por este
cauce, con la importancia que tienen en la sociedad actual los gabinetes de
prensa y demás entidades informativas --de las que habría que delimitar, a su
vez, sus fundamentos, deontología y objetivos--, a
través de las cuales poder hacer el seguimiento democrático de las
responsabilidades de cada cual.
¿Y qué hacen hoy día los Bancos en este terreno?
Mario Conde, por lo avanzado de la hora ya, no pudo ser muy explícito
respecto a esto. »
Fernando
Enebral Casares
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