El tremendo error económico de unos tipos de interés altos
Sobre
‘reinventar la Banca’, hemos glosado estos días el asunto reconduciéndolo hacia l a ‘función
social’ que indudablemente
ella debería cumplir
para culminar el propósito de ‘intermediación’ con que nació
y que NO PUEDE restringirse
a un mero y hasta repugnante ‘negocio USURERO’ de “yo te presto, y tú me pagas fuertes intereses…”. Glosa, como se ve, indisolublemente
relacionada
con el manejo que hagamos de los ‘tipos de interés’. Y materia ésta, por cierto,
sobre la cual nosotros hemos escrito reiteradamente desde hace más de 30 años…
Como ejemplo, y también porque sigue de actualidad doctrinal, vamos a
transcribir uno de ésos, publicado en el Diario “YA” el martes 14 de marzo de 1995
(pág. 15).
Su contenido
es igualmente aplicable al episodio de ruina mundial de EXTREMA GRAVEDAD que
desató el Sr. Trichet y sus cohorte
del BCE (Banco Central Europeo) con ‘SUBIR LOS
TIPOS’ en 2007.
Y a la vista de cuánto se
queja la Banca últimamente por haber
abandona Mario Draghi este escenario de “tipos
altos”, parece claro que Trichet lo que pretendía
era que Bancos y banqueros se lucrasen fácil, cómoda y rápidamente
(por remedar
la frase Solchaga que luego citamos)
a base de confinar la ‘intermediación’
bancaria en LA SÓLO USURA: más gano cuanto
más cobro a los más ‘urgentemente’ necesitados…
Por esto, traemos lo que por aquel entonces dijimos
ya sobre los ‘tipos de interés’. Creemos que sigue mostrando suficiente vigencia doctrinal y de renovada actualidad tras lo hecho por Trichet. Aunque sobre esto volveremos otro día.
Por hoy, recordar que cuando ese
comentario --“El error de los tipos”-- se publicó en 1995, veníamos de haber tenido un interés bancario de incluso menos del 4% en los años 60; de
un 8% a finales de
los 70; y de más del 11% (que suponían al usuario
final más del 18%) ya
en los 80.
En 1990, el interés legal
estuvo en el 10% (véase cuadro adjunto); el interés de la Deuda Pública, en el 14,646%;
y el interés bancario, alcanzaba el 17,01%; en tanto que éste llegaba ya, en enero de
1991, al 17,2% (el valor más alto desde 1985).
En mayo del 95, el interés legal estaba en
el 9%; la deuda, en el 11,875%; y
el de préstamos bancarios, en el 11,356%.
Por tanto, era razonable que estuviésemos
seriamente preocupados por el COLAPSO ECONÓMICO y AUMENTO DEL PARO que provocaba la tercamente errada política económica
del socialista Solchaga.
Y como no había forma de ‘convencerle’ de lo contrario (pues que, ante mi insistencia siempre que
hablaba con él, incluso acuñó para desmentirme --en febrero y abril del 88-- aquello de que “En
España es muy fácil hacer mucho dinero muy rápidamente…” --y que se
nos antoja que fue el cornetín de enganche a la corrupción…--), expuse
mi alarma a Nicolás Redondo (senior) en octubre o noviembre de 1988 en
el Club Siglo XXI de Madrid. El cual, convencido de mis razonamientos, convocó para el 14 de
diciembre Huelga General
contra semejantes disparates.
El artículo que, en fin, transcribimos, lo adjuntamos
también como imagen.
El error de los tipos
“Si usted fuese a vender muchos ejemplares de su libro --me decía un librero-- le
podría cobrar de comisión sólo un 20%; pero si va a vender pocos, le tengo que
cobrar un 40% por lo menos. Porque de algún modo tendré que resarcirme de los
gastos de tenerlo.”
Esta pequeña anécdota referida al mundo de los canales de distribución y a los tenderos nos viene a ilustrar perfectamente sobre un asunto de actualidad y gran importancia: que los precios pueden subir, y de hecho suben, no solamente porque haya más demanda que cosas a la venta, y entonces se produzca una 'puja' entre los compradores hasta que, subiendo el precio, llegue a igualarse el número de los que compran con el número de lo que se vende, sino que también suben cuando las expectativas de ventas son tan pequeñas que los gastos de amortización, tanto de producción como de distribución y mercadería, hay que incluirlos rápidamente en el precio, sin esperanza de poder resarcirse con unas abundantes ventas que nunca llegarán.
En el caso, pues, de presentarse inflación por culpa de la recesión o colapso
de la demanda y la economía, no tiene
sentido pretender entonces contenerla a base de subir los tipos de interés
para que haya menos gente con dinero para
comprar y pocos puedan costearse las
carísimas amortizaciones que llevarán consigo los créditos.
Una política de ese tenor en ese caso (que es
el actual español) nunca lograría la contención
de la tal
"inflación por recesión", sino
justamente
dispararla.
Y esto es lo que se empeña en
hacer el Banco de España
por estos días, cuando la reactivación
económica que provino de -precisamente- haber bajado los tipos de interés se
pone en crisis con la nueva subida de los mismos a la primera dificultad
monetaria de cambio. Es un error que se paga, además, con el colapso
de todo el sistema productivo y, por con siguiente, un exacerbado AUMENTO DEL PARO, puesto que se necesitaría ser loco
para invertir dinero en crear una empresa o industria que reportará, a
la postre, un tres o un cuatro por ciento de rendimiento, cuando
con poner nuestros ahorros en, por ejemplo, deuda pública vamos a obtener, desde
el sillón de casa, el diez o el doce de beneficio. En
consecuencia, la gente retira su financiación de actividades productivas para
colocarlas en
bonos de renta Y la economía, claro, se muere, igual que se morían
los enfermos del medioevo a quienes los galenos se empeñaban en quitarles la
fiebre con sangrías. Sólo cuando el colapso económico fuese total la inflación -la fiebre del
enfermo- desaparecería, pero no antes.
Y el disparate del
planteamiento es todavía
mayor por cuanto que, ante el colapso productivo, el 'papá-Estado' decidirá
'intervenir' asumiendo
más procesos industriales y comercios, y entonces sus gastos se disparan al
cielo. Pero como los negocios productivos están por los suelos, apenas se recaudarán impuestos por muy altos
que se pongan, y el Estado tiene que volver a emitir más y más deuda pública. Y como
ya sus ciudadanos no tienen más con que comprar, se suben aún más los tipos
de interés para
atraer inversores extranjeros. Por ejemplo, México ha fijado
unos 'tipos' del 59% para atraer dinero con que salir de su quiebra. Lo malo es que la
entrada, entonces, de capital extranjero revaloriza la moneda
nacional, con
lo cual lo poco que aún se fuese a producir dentro resultará imposible de exportar, porque a
los extranjeros les saldría carísimo comprarnos eso, mientras que importar
saldrá barato y la gente se inclinará a comprar en/o de
otros países, y así la productividad propia se colapsa todavía más y la 'inflación por
recesión' aumenta de nuevo.
Y el
círculo vicioso se cierra y comienza otra vez si las autoridades monetarias
persisten en 'EL
ERROR DE LOS TIPOS' que aquí decimos.
Y es que las monedas hay
que revalorizarlas fomentando la buena producción
nacional Y NO especulando con el
dinero.
Dr. Fernando
Enebral Casares
Economista
y Prof. en CC. de la
Información
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