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Reflexiones pluridisciplinares sobre la actualidad reseñada en los medios de comunicación

martes, 15 de noviembre de 2016

El tremendo error económico de unos tipos de interés altos






Sobre  reinventar  la  Banca’,  hemos glosado estos días el asunto  reconduciéndolo  hacia  l a  función social  que indudablemente ella debería cumplir para culminar el propósito de ‘intermediación’  con  que  nació  y que NO PUEDE restringirse a un mero y hasta repugnante negocio USURERO  de “yo te presto, y tú me pagas  fuertes  intereses…”. Glosa, como se ve, indisolublemente  relacionada con el manejo que hagamos de los tipos de interés. Y materia ésta, por cierto, sobre la cual nosotros hemos escrito  reiteradamente  desde hace más de 30 años…

Como ejemplo, y también porque sigue de actualidad doctrinal, vamos a transcribir uno de ésos, publicado en el Diario “YA” el martes 14 de marzo de 1995 (pág. 15).

Su contenido es igualmente aplicable al episodio de ruina mundial de  EXTREMA GRAVEDAD que desató el Sr. Trichet y sus cohorte del BCE (Banco Central Europeo)  con  SUBIR LOS TIPOS’ en 2007.

Y a la vista de cuánto se queja la Banca últimamente por haber abandona Mario Draghi este escenario de tipos altos, parece claro que Trichet lo que pretendía era que Bancos y banqueros se lucrasen  fácil, cómoda y rápidamente  (por remedar la frase Solchaga que luego citamos)  a base de confinar la ‘intermediación’ bancaria en LA SÓLO USURA: más gano cuanto más cobro a los más ‘urgentemente’ necesitados

Por esto, traemos lo que por aquel entonces dijimos ya sobre los ‘tipos de interés’.  Creemos que sigue  mostrando suficiente vigencia doctrinal  y  de renovada actualidad  tras lo hecho por Trichet.  Aunque sobre esto volveremos otro día.

Por hoy, recordar que cuando ese comentario  --“El error de los tipos”--  se publicó en 1995, veníamos de haber tenido un interés bancario de incluso menos del 4% en los años 60; de un 8% a finales de los 70; y de más del 11% (que suponían al usuario final más del 18%) ya en los 80.

En 1990, el interés legal estuvo en el 10%  (véase cuadro adjunto); el interés de la Deuda Pública, en el 14,646%; y el interés bancario, alcanzaba el 17,01%; en tanto que éste llegaba ya, en enero de 1991, al 17,2%  (el valor más alto desde 1985).

En mayo del 95, el interés legal estaba en el 9%; la deuda, en el  11,875%; y el de préstamos bancarios, en el 11,356%.

Por tanto, era razonable que estuviésemos seriamente preocupados por el COLAPSO ECONÓMICO  y AUMENTO DEL PARO  que provocaba la  tercamente errada  política económica del  socialista  Solchaga.

Y como no había forma de  ‘convencerle’  de lo contrario  (pues que, ante mi insistencia siempre que hablaba con él,  incluso acuñó  para desmentirme  --en febrero y abril del 88--  aquello de que “En España es muy fácil hacer mucho dinero muy rápidamente…” --y que se nos antoja que fue el cornetín de enganche a la corrupción--), expuse mi alarma a Nicolás Redondo (senior) en octubre o noviembre de 1988 en el Club Siglo XXI de Madrid. El cual, convencido de mis razonamientos, convocó para el 14 de diciembre Huelga General contra semejantes disparates.

El artículo que, en fin, transcribimos, lo adjuntamos también como imagen.


El error de los tipos

“Si usted fuese a vender muchos ejemplares de su libro  --me decía un librero--  le podría cobrar de comisión sólo un 20%; pero si va a vender pocos, le tengo que cobrar un 40% por lo me­nos. Porque de algún modo tendré que resar­cirme de los gastos de tenerlo.”


Esta pequeña anécdota referida al mundo de los  canales de distribución  y a los tenderos nos viene a ilustrar perfectamente sobre un asunto de  actualidad  y gran importancia: que los precios pueden subir, y de hecho suben,  no solamente porque  haya más demanda que co­sas a la venta, y entonces se produzca una 'puja' entre los compradores hasta que, subien­do el precio, llegue a igualarse el número  de los que compran con el número de  lo que se vende,  sino que  también  suben  cuando  las expectativas de  ven­tas  son  tan  peque­ñas  que  los gastos de amortización, tanto de produc­ción como de dis­tribución y merca­dería, hay que incluirlos rápidamen­te en el precio, sin esperanza de poder resarcirse con unas abundantes ventas que nunca llegarán.

En el caso, pues, de presentarse inflación por culpa de la recesión o colapso de la deman­da y la economía, no tiene sentido pretender entonces contenerla a base de subir los tipos de interés para que haya menos gente con di­nero para comprar y pocos puedan costearse las carísimas amortizaciones que llevarán con­sigo los créditos. Una política de ese tenor en ese caso (que es el actual español) nunca logra­ría la  contención  de la tal "inflación por rece­sión", sino  justamente  dispararla.

Y esto es lo que se empeña en hacer el Ban­co de España por estos días, cuando la reacti­vación económica que provino de -precisa­mente- haber bajado los tipos de interés se pone en crisis con la nueva subida de los mis­mos a la primera dificultad monetaria de cam­bio. Es un error que se paga, además, con el  co­lapso de todo el sistema productivo y, por con siguiente, un exacerbado AUMENTO DEL PARO, puesto que se necesitaría ser loco para invertir dinero en crear una empresa o industria que reportará, a la postre, un tres o un cuatro por ciento de rendimiento, cuando con poner nuestros ahorros en, por ejemplo, deuda públi­ca vamos a obtener, desde el sillón de casa, el diez o el doce de beneficio. En consecuen­cia, la gente retira su financiación de activida­des productivas para colocarlas en bonos de renta Y la economía, claro, se muere, igual que se morían los enfermos del medioevo a quienes los galenos se empeñaban en quitarles la fiebre con sangrías. Sólo cuando el colapso económico fuese total la inflación -la fiebre del enfermo- desaparecería, pero no antes.

Y el disparate del planteamiento es todavía mayor por cuanto que, ante el colapso produc­tivo, el 'papá-Estado' decidirá 'intervenir' asu­miendo más procesos industriales y comercios, y entonces sus gas­tos se disparan al cielo. Pero como los negocios pro­ductivos están por los suelos, apenas se recaudarán im­puestos por muy altos que se pon­gan, y el Estado tie­ne que volver a emitir más y más deuda pública. Y como ya sus ciudadanos no tienen más con que com­prar, se suben aún más los tipos de interés para atraer inversores extranjeros. Por ejemplo, México ha fijado unos 'tipos' del 59% para atraer dinero con que salir de su quiebra. Lo malo es que la entrada, entonces, de capital ex­tranjero revaloriza la moneda nacional, con lo cual lo poco que aún se fuese a producir dentro resultará  imposible de exportar, porque a los extranjeros les saldría carísimo comprarnos eso, mientras que  importar saldrá barato y  la gente se inclinará a comprar en/o de otros paí­ses, y así  la productividad  propia se  colapsa  to­davía más  y  la  'inflación por recesión'  aumenta  de nuevo.

Y el círculo vicioso se cierra y co­mienza otra vez si las autoridades monetarias persisten en 'EL ERROR DE LOS TIPOS' que aquí de­cimos. Y es que las monedas hay que revalori­zarlas fomentando la buena producción nacio­nal  Y NO  especulando  con el dinero.

 

Dr. Fernando Enebral Casares
Economista y  Prof. en  CC. de la  Información



 


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