El sonado pucherazo griego al peor estilo neonazi o bolivariano se ha consumado conforme esperábamos
Era evidente que quien
convoca un ‘referéndum exprés’ con trampas para considerar nulos cuantos votos
conviniese, y con resonantes mentiras del convocante --que decía exactamente lo
contrario de las consecuencias reales que podía tener el resultado--, no iba a
permitir perderlo.
El enorme pucherazo
al peor estilo neonazi o bolivariano (que son quienes lo han aplaudido y jaleado)
no tiene por qué suponer una masiva alteración material de papeletas: basta con
haber practicado --como se ha hecho-- una masiva manipulación del planteamiento
y de los mensajes. Esto es también un terrible pucherazo y exactamente lo
contrario de cualquier veraz democracia por mínima que ésta fuese.
Cuando se pregunta de
sopetón sobre algo que se desconoce por completo, es cualquier cosa menos
democracia. Es puro azar --en el mejor de los casos-- o más bien pura y dura falsificación
de las conciencias para erigirse así en tirano endiosado.
No han sido los griegos
quienes han expresado su opinión, sino tan sólo Tsipras el que se lo ha guisado
y se lo ha comido todo el solito y a su capricho en todo momento.
¿Esto ha sido una
victoria de la democracia? No. Ha sido una triste muestra de cómo se la mata.
Es el peor atentado
al respeto que la ciencia ecológica exige que se tenga hacia las personas y hacia
las cosas.
El ecologista
implacable.
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