Stephen Hawking confunde la Física con la Filosofía, y ‘la’ Existencia intemporal con ‘las’ existencias sujetas al artefacto ‘tiempo’
Al pobrecillo Stephen Hawking, dolorosamente aquejado de ‘esclerosis lateral amiotrófica’ según dicen, su ama de llaves (o alguien parecido) le hace decir, a veces, unas sandeces de aquí te espero, al confundir la Física con la Filosofía, y ‘la’ (única y universal) ‘Existencia’ (con Mayúscula) con la pléyade de diminutas y heterogéneas ‘existencias’ (con minúsculas) que el infinitésimo de infinitésimo que somos los humanos percibe; pléyade que pareciese que quiere (en una suerte de ‘paranoia’ ontológica: creerse el sabelotodo) ‘organizar’ mediante ‘idear’ leyes de Física…
Esto
es lo que nos ha sugerido contemplar un documental televisivo de National Geographic
sobre reflexiones de (supuestamente,
como apuntamos) Hawking respecto del
‘comienzo’ o las causas del Universo.
Al
final de ese documental se ‘concluye’ el soberano sinsentido de que ’antes’ del ‘comienzo’ del Universo no puede percibirse el
concepto de ‘tiempo’; y que si no
hay ‘tiempo’
entonces tampoco ‘cabe’, en ese ‘sin-tiempo’,
un ‘dios’ ocupándolo (pues en la
‘nada’ no cabe más que ‘nada’). De donde el portavoz de Hawking --que no sabe que 'Dios' (con Mayúscula), en cuanto 'existe-por-sí-mismo' (que es la definición de 'Dios'), es 'inmutable' y,por tanto, 'atemporal' (fuera del tiempo)-- saca el corolario de que el
Universo no procede de un ‘Dios’ (al que, claro, no define...). ¡Menuda
empanada!
Porque: vayamos por partes.
En primer lugar, nosotros ‘sólo’ podemos estar ‘seguros’ de tres evidencias:
1ª/ El que ‘yo
existo’. (Lo demás que ‘supuestamente’ percibo, tal vez sean ya sólo ‘imaginaciones’ mías:
no tengo ‘evidencia’ de que exista Roma, por ejemplo; menos aún, de que exista ‘el Universo’; y menos aún, de que se desenvuelva con arreglo a unas ‘leyes’ que
‘yo’ elaboro).
2ª/ El que yo ‘NO existo por mí mismo’: puesto que si existiese ‘por mí
mismo’, existiría ‘como me diese la gana’; y es ‘evidente’ que así NO existo.
Y 3ª/ El que, puesto que tengo la evidencia de que existo, y tengo la evidencia de que no
lo hago ‘por mí mismo’, también tengo la evidencia de que mi existencia
la he ‘recibido’ de, a la
postre, una Existencia que Sí que
‘exista por sí misma’ (es decir: que se haya dicho ‘Sí’ a sí misma:
Sí quiero ‘existir’; Sí ‘me acepto’
existiendo; Sí existo --por consiguiente-- ‘como me da la gana’
y ‘porque
me da la gana’).
Y esto tiene también indiscutiblemente la categoría
de una ‘evidencia’ (recordando que
las ‘evidencias‘ son personales e intransferibles: no se pueden ‘demostrar’ a otro: yo no puedo demostrar
a otro que existo: tal vez sea una mera ‘imaginación’ del otro). Evidencia
para
todos pero de cada
uno. Incluso de Stephen Hawking (o
incluso de su ama de llaves, supongo).
Todo
lo demás ya no tiene categoría (filosófica) de ‘evidencia primaria’, sino, simplemente,
de ‘pseudoevidencias’ --pequeñas; múltiples-- que son ‘creíbles’: buenamente ‘aceptables’; pero que, en último término, quizá sólo
sean artefactos ‘imaginados’ por mí
(por ejemplo, el que ‘exista’ un alfiler con el que siento dolor cuando me
pincho;… y todo lo demás).
Sin
embargo --y como decimos--: el que
‘yo existo’; el que NO existo por mí
mismo; y el que, entonces, hay ‘inevitablemente’ una Existencia (con
Mayúscula) que ha de existir ‘por sí
misma’ forzosamente; eso sí que son tres evidencias
imposibles de ser ‘imaginaciones’ (porque las ‘imaginaciones’ ya están presuponiendo
alguien que las tenga y, entonces, ya estamos en el trío dicho de
‘evidencias’).
El siguiente paso ‘Filosófico’ (que
no, claro, ‘Físico’) es concluir que lo
que existe ‘por-sí-mismo’, existe ‘porque
le ha dado la gana’, y existe ‘como
le ha dado la gana’. Y esto, curiosamente, no tiene marcha atrás: la Existencia, que tenemos evidencia de que
existe porque nosotros YA existimos, obviamente ya NO es ‘la nada’ (o carencia de existencia), y ya NO puede volverse ‘nada’
porque eso implicaría un ‘ir a’ la nada;
y la nada, en cuanto ‘carencia de existencia’, es eso: ‘nada’; y no puede
‘irse’ a algo que ‘no-existe’: la nada ‘no
está’ en parte alguna; no se puede ‘ir’ (o ‘volver’) a ella porque,
simplemente, ¡no hay donde ir: ¡no
está!!.
Y a esa ‘Existencia por Sí misma’, y no a otra existencia, es a lo que llamamos ‘Dios’. Por definición. (Definición que, claro, un ama de llaves puede no querer usar).
Ahora
bien: la decisión de existir ‘como
le da la gana’ es, como tal decisión, ‘instantánea’ y omnipresente, es
decir: que ‘todo’ lo que abarca se
toma de
una sola vez, y que ‘lo abarca todo’. Y, por tanto, ni
siquiera puede ya ‘cambiar’.
[ Es lo que en términos filosóficos se llama ‘acto puro’: decisión única e instantánea; y que abarca todo cuanto pudiese existir (o sea: que es ‘infinita’: no hay existencia ‘fuera’ de ella porque, si la hubiese, esta otra tendría que: o también existir por sí misma (lo cual es imposible porque serían dos infinitos que, como tales, forzosamente se superpondrían: serían lo mismo: sería UNO solo), o proceder de la que ya existe por sí misma y, por tanto, no ser ‘ajena’ a ella, no estar (dicho sea para entendernos) ‘fuera’ de ella ].
[ Es lo que en términos filosóficos se llama ‘acto puro’: decisión única e instantánea; y que abarca todo cuanto pudiese existir (o sea: que es ‘infinita’: no hay existencia ‘fuera’ de ella porque, si la hubiese, esta otra tendría que: o también existir por sí misma (lo cual es imposible porque serían dos infinitos que, como tales, forzosamente se superpondrían: serían lo mismo: sería UNO solo), o proceder de la que ya existe por sí misma y, por tanto, no ser ‘ajena’ a ella, no estar (dicho sea para entendernos) ‘fuera’ de ella ].
Pero si no puede
‘cambiar’ porque YA está PLENAMENTE ‘realizada’, el artefacto mental del ‘tiempo’,
que nosotros manejamos para describir que algo ha cambiado (y por eso hablamos de un ‘antes’ de cambiar, y un ‘después’ de haber cambiado) NO ES aplicable
a la Existencia que lo es ‘por-sí-misma’
(o sea: que DESDE SIEMPRE lo ha
hecho como le ha dado la gana; esto es:
que es ya ‘permanente’: que ‘no cambia’).
De
modo que hablar, como supuestamente
ha hecho Hawking (o su ama de llaves;
malicio), que no puede haber Dios porque no hay un ‘tiempo’ en el que ‘cupiese’ ese tal, es no saber:
1º/ Que ‘Dios’ es la Existencia que ‘existe por sí misma’ (y no ‘ese señor de barbas’ que se les dibuja a los niños); y que su ‘existencia’ no se puede
negar porque sería tanto como negar
que existimos nosotros mismos.
2º/ Que ‘Dios’ no cambia y, por tanto, NO le es aplicable la noción de ‘tiempo’
que sólo aparece en nuestra mente en la
medida que percibamos ‘cambios’.
Y 3º/ Que no se puede seriamente (aunque
quizá sí como broma) adscribir un ‘antes’ del Universo (que ya esto presupone
admitir que hay un ‘tiempo’ PREVIO, es decir: fuera del tiempo NORMAL (que dirían); esto es: un periodo 'intemporal' o 'atemporal'), y luego venir
a decir que EN ESE ‘periodo previo intemporal’, RESULTA QUE lo que NO cabe es... ¡lo intemporal!… cuando si justamente 'cabe' algo allí, en lo intemporal, será precisamente eso: ¡'lo intemporal'…!. O sea:
‘Dios’.
Y es
que la disparatada conclusión a la
que llega el documental es ni más ni
menos una muestra de no tener ni idea
de Filosofía: no ser capaz de distinguir entre las minúsculas y
multiformes ‘existencias’ limitadas
y hasta fugaces (porque cambian) que percibimos (y que ni siquiera podemos
afirmar que existan, o que existan tal como las percibimos), y ‘la’
Existencia que en cuanto concepto filosófico las engloba a todas y que, en cuanto
Entidad concretada, forzosamente todas han de proceder
de Ella porque Ella es la ‘Única’
que ‘existe por Sí misma’, y a la que es un sinsentido querer aplicarle un
‘espacio’ en el ‘tiempo’, pues es intemporal
en cuanto que es inmutable
(permanente; que no cambia, porque ya existe DESDE SIEMPRE ‘como le da la gana’ y, por tanto, nada le ‘falta’ y, en
consecuencia, ¡es que ni siquiera
‘podría’! cambiar…)
[ Para ‘cambiar’ hay que ‘adquirir’ algo que ya existía por algún lado y que aún no teníamos. Lo cual es imposible que se dé en quien existe ‘como le da la gana’ ¡desde siempre!: desde siempre ya lo tiene ‘todo’: ya no puede adquirir ‘novedad’ alguna ]).
[ Para ‘cambiar’ hay que ‘adquirir’ algo que ya existía por algún lado y que aún no teníamos. Lo cual es imposible que se dé en quien existe ‘como le da la gana’ ¡desde siempre!: desde siempre ya lo tiene ‘todo’: ya no puede adquirir ‘novedad’ alguna ]).
Harina de otro costal sería si Stephen Hawking (o su ama de llaves; ya saben) se
hubiese planteado la cuestión
panteísta de si el Universo es quien es
‘Dios’ (es decir: que existiese
‘por sí mismo’). Que TAMPOCO: porque el acto puro NO tienen componentes, mientras el Universo sí que los tiene. (De ello hablaremos
otro día, para no cansar al sufrido lector ni dejarle con
el gusanillo de la curiosidad).
Prof. Dr. Fernando Enebral Casares
( ver también en: http://fernando-enebral.blogspot.com
)
2 comentarios:
pensaba que Kant había "demostrado", que era imposible negar o afirmar apodícticamente la existencia de Dios.
Nota de la Redacción:
El autor nos remite la siguiente aclaración:
Estimado “enderWiggin”, ‘Genio militar en paro’ (según reza su blog todavía vacío):
Mucho le agradezco su comentario, y más aún el que me haya leído: es muy de agradecer.
Pero me parece que su alusión a Kant se sitúa en otro contexto diferente al de mis reflexiones, y que, por ende, podría no ser aplicable a ellas: están, digamos, en ‘universos’ distintos.
En efecto: en lo publicado, insistía en distinguir entre lo que es una ‘demostración’ y lo que es una ‘evidencia’. Las ‘demostraciones’ son transitivas (van de uno a otro), mientras que las ‘evidencias’ son específicamente ‘intransitivas’ (son personales e intransferibles).
Por ello nosotros no pretendimos ‘demostrar’ que Dios (es decir: la Existencia que ‘existe-por-Sí-misma’) existe, sino que expresábamos ‘nuestra’ evidencia, nuestro ‘testimonio’; y simplemente 'invitábamos' a que todo quien quisiese encararse consigo mismo en su más recoleta, profunda, sincera y serena intimidad, hiciese las mismas reflexiones que nosotros; teniendo entonces por seguro, absolutamente seguro, que también coincidiría con nosotros en estas tres evidencias:
1ª/ que yo/él-existo/e;
2ª/ que no ‘existo/e-por-mí/sí-mismo’ (puesto que es irrebatible que no existo/e ‘como-me/le-da-la-gana’);
y 3ª/ que, por tanto, tengo/tendrá la inevitable ‘evidencia’, también, de que, a la postre, puesto que ya hay una ‘existencia-participada’ (yo/él), es que hay una Existencia que lo es ‘por-Sí-misma’ y de la que procede toda otra, y cualesquiera, ‘existencia-participada’.
Son tres ‘evidencias’ que cada uno debe identificar que las tiene. Porque es seguro que las tiene. Pero yo no puedo ‘demostrarle’ a otro la veracidad de ‘mis’ evidencias, al igual que ese otro tampoco puede ‘demostrarme’ las suyas; y tampoco ‘demostrarnos’ recíprocamente que las tengamos. Porque --repito-- las ‘evidencias’ son personales e intransferibles. Son las únicas y auténticas verdades ‘apodícticas’ (“incondicionalmente ciertas, necesariamente válidas”, que nos aclara el Diccionario y a las que usted decía referirse Kant). Pero verdades que, aun siéndolo con la más rotunda e incontrovertible certeza, no cabe someterlas por terceros a ‘comprobaciones’ tangibles (como es el caso de las ‘demostraciones’: que son, como decimos, intrínsecamente ‘transitivas’ y en esto sometidas a ‘comprobaciones’ objetivas, es decir, comprobaciones aceptadas por tirios y troyanos como eficaces).
Por tanto, si lo que usted dice que decía Kant significa que este señor expresaba que las evidencias (verdades apodícticas) no se pueden demostrar y que, por consiguiente, nadie puede ‘demostrarnos’ que las tiene, estoy con él. Pero si hubiese querido decir que lo que sucede es que nadie puede tener evidencias (por ejemplo, la evidencia de que existe, de que no lo hace por-sí-mismo, y de que existe quien sí que lo-hace-por-Sí-mismo), entonces, por muy Kant que sea, tengo que afirmar rotundamente que discrepo de él y que tengo la ‘evidencia absoluta’ de que decía falsedad: porque ni Kant ni nadie puede a mí decirme que ‘no tengo’ lo que tengo: las tres evidencias dichas.
Para que se me entienda: yo no ‘creo’ que exista Dios: simplemente ‘sé’, sin el menor asomo de duda, que Dios existe. ¿Por qué? Porque igualmente sin el menor asomo de duda ‘sé’ que yo-existo.
Y fíjese: yo ‘creo’ --solamente ‘creo’-- que usted existe. En cambio --y aquí está la enorme diferencia-- ‘sé’ que Dios existe. Y estoy seguro que usted, o cualquier otra persona, y sin necesidad de ser erudito (¡en nada ser erudito!), puede llegar a ‘saber’ (que es bien distinto que ‘creer’) lo mismo que yo.
Así pues, lo que me proponía al publicar esas reflexiones era ‘invitar’, a todo el que lo quiera, a que él las repitiese en su más íntima intimidad. En la seguridad --reitero-- de que él también encontrará esas mismas tres ‘evidencias’.
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