Huelgas y golpismo socialista
La consigna de Marx fue rotunda: aumentar el número y miseria de los pobres para que acaben estallando en la revolución más sangrienta posible.
Y esta consigna es la que parece cumplir a rajatabla Rodríguez Zapatero: arruinar al máximo España para dar pretexto a huelgas salvajes que causen el máximo descontento y terminen en revolución callejera que culmine en un Golpe de Estado.
Como el 14 de abril de 1931. Y como entonces, para implantar un régimen de terror en el que impere el genocidio sistemático de los cristianos y de los adversarios (como los diez mil asesinados en Paracuellos bajo el comisariado político de Santiago Carrillo, y que Baltasar Garzón no desenterró).
No seamos ingenuos: Zapatero estuvo de acuerdo desde hace años con su colega masón, Trichet, en subir los tipos de interés por estas dos razones: porque con esa subida se logra una especie de ‘nacionalización’ de toda la actividad económica del país (aspiración marxista); y porque incita a los ricos a ‘vivir de las rentas’ sin dar trabajo a otros, cercena el consumo de los obreros, causa por esto el colapso económico (¿quién va a producir lo que luego no se va a vender?), dispara así el desempleo, ahonda la miseria de una mayor muchedumbre de parados (como decía Marx que había que hacer para nutrir la revolución), eleva astronómicamente el déficit público (porque el Estado acapara toda la actividad, pero no tiene con qué costearla), toma pretexto de esto para bajar sueldos y suprimir ayudas sociales echando la culpa a la banca y al consumismo ‘capitalista’ y… entonces, se pone de acuerdo con los sindicatos marxistas para hacer huelgas contra ese ‘capitalismo’ pero no contra el Gobierno socialista que todo eso buscó y consiguió.
Hasta provocar la revolución callejera que, retroalimentándose en círculo vicioso, explosione en hechos sangrientos con los que dar el ansiado Golpe de Estado.
Y, en esta estrategia, la huelga del Metropolitano de Madrid es un eslabón decisivo. Porque crea un gran malestar entre los que no pueden acudir a su puesto de trabajo. Y se convierten así en masa crítica que puede echarse a la calle y --como he oído a sindicalistas marxistas arengar-- tomar adoquines de las calles para lanzarlos contra la banca… hasta forzar la intervención policial… de la que después quejarse más violentamente aún,… para más intervención policial, más revolución,… hasta el Golpe de Estado.
Es la misma táctica que ‘los mismos de siempre’ (los marxistas genocidas, neonazis) quisieron usar en 1977 con el pretexto ‘ecologista’, para que no pudieran celebrarse las Elecciones Generales de ese año, y volviesen los estalinistas a imponer su asesina IIª República española. Aunque, afortunadamente, quedó frustrada por la candidatura de un auténtico ‘ecologista’ (y, por tanto, no marxista, sino ‘franciscano’) al Senado en Madrid en aquellas Elecciones.
Pero será el mismo truco que volverá a intentar, una y otra vez, el sempiterno golpismo socialista. ¿Caeremos siempre en su trampa?
Lo triste, lo tremendamente repugnante, es que la masonería, por su ateísmo militante y su constante intento de enriquecer a sus miembros a base de que ‘el fin justifica los medios’ sin admitir límite alguno en ese propósito, se haga cómplice, como pareció Trichet, de estos intentos de acabar con la libertad y los derechos humanos a base del golpismo y el genocidio practicado por los marxistas más insaciables.
Y esta consigna es la que parece cumplir a rajatabla Rodríguez Zapatero: arruinar al máximo España para dar pretexto a huelgas salvajes que causen el máximo descontento y terminen en revolución callejera que culmine en un Golpe de Estado.
Como el 14 de abril de 1931. Y como entonces, para implantar un régimen de terror en el que impere el genocidio sistemático de los cristianos y de los adversarios (como los diez mil asesinados en Paracuellos bajo el comisariado político de Santiago Carrillo, y que Baltasar Garzón no desenterró).
No seamos ingenuos: Zapatero estuvo de acuerdo desde hace años con su colega masón, Trichet, en subir los tipos de interés por estas dos razones: porque con esa subida se logra una especie de ‘nacionalización’ de toda la actividad económica del país (aspiración marxista); y porque incita a los ricos a ‘vivir de las rentas’ sin dar trabajo a otros, cercena el consumo de los obreros, causa por esto el colapso económico (¿quién va a producir lo que luego no se va a vender?), dispara así el desempleo, ahonda la miseria de una mayor muchedumbre de parados (como decía Marx que había que hacer para nutrir la revolución), eleva astronómicamente el déficit público (porque el Estado acapara toda la actividad, pero no tiene con qué costearla), toma pretexto de esto para bajar sueldos y suprimir ayudas sociales echando la culpa a la banca y al consumismo ‘capitalista’ y… entonces, se pone de acuerdo con los sindicatos marxistas para hacer huelgas contra ese ‘capitalismo’ pero no contra el Gobierno socialista que todo eso buscó y consiguió.
Hasta provocar la revolución callejera que, retroalimentándose en círculo vicioso, explosione en hechos sangrientos con los que dar el ansiado Golpe de Estado.
Y, en esta estrategia, la huelga del Metropolitano de Madrid es un eslabón decisivo. Porque crea un gran malestar entre los que no pueden acudir a su puesto de trabajo. Y se convierten así en masa crítica que puede echarse a la calle y --como he oído a sindicalistas marxistas arengar-- tomar adoquines de las calles para lanzarlos contra la banca… hasta forzar la intervención policial… de la que después quejarse más violentamente aún,… para más intervención policial, más revolución,… hasta el Golpe de Estado.
Es la misma táctica que ‘los mismos de siempre’ (los marxistas genocidas, neonazis) quisieron usar en 1977 con el pretexto ‘ecologista’, para que no pudieran celebrarse las Elecciones Generales de ese año, y volviesen los estalinistas a imponer su asesina IIª República española. Aunque, afortunadamente, quedó frustrada por la candidatura de un auténtico ‘ecologista’ (y, por tanto, no marxista, sino ‘franciscano’) al Senado en Madrid en aquellas Elecciones.
Pero será el mismo truco que volverá a intentar, una y otra vez, el sempiterno golpismo socialista. ¿Caeremos siempre en su trampa?
Lo triste, lo tremendamente repugnante, es que la masonería, por su ateísmo militante y su constante intento de enriquecer a sus miembros a base de que ‘el fin justifica los medios’ sin admitir límite alguno en ese propósito, se haga cómplice, como pareció Trichet, de estos intentos de acabar con la libertad y los derechos humanos a base del golpismo y el genocidio practicado por los marxistas más insaciables.
Dr. Fernando Enebral Casares (http://fernando-enebral.blogspot.com)
Etiquetas: colapso económico, ecologista, Elecciones 1977, genocidio, golpismo, huelga, marxista, masonería, Metro de Madrid, Paracuellos, revolución, socialista, tipos interés, Trichet, Zapatero
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