El Ejército egipcio no da un Golpe de Estado sino que restaura la legalidad atropellada por un obstinado Mursi

El Ministro egipcio de Defensa, Abdel Fattah al Sisi, que comparecía junto al papa copto Teodoro II, el gran jeque Ahmed al Tayeb, Mohamed el Baradei como representante de los opositores, y jefes militares, ha anunciado por televisión que Mohamed Mursi ya no es Presidente de Egipto, y que la Constitución queda provisionalmente en suspenso.

El Presidente del Tribunal Constitucional Supremo, Adly Mansur, asume la presidencia egipcia en funciones, para administrar el país mientras se convocan nuevas elecciones anticipadas  para el cargo con arreglo a un calendario acordado también con los Hermanos Musulmanes que respaldaban a Mursi, el cual parece que ha pedido finalmente a los mandos y soldados que, para evitar muertes innecesarias, se abstengan de intervenir.

En realidad, la actual situación era inevitable desde que, a primeros del pasado mes, el Tribunal Constitucional egipcio sentenció la ilegalidad de las elecciones al Parlamento que luego hizo la Constitución; declaración de ilegalidad que debería haber sido acatada por el Presidente Mursi, con el correspondiente anuncio de nuevas elecciones para una nueva Constitución.

Lejos de esto, Mohamed Mursi parece que se enrocó insensatamente en su puesto. Con ello, era él quien se colocaba al margen de la ley y en situación de ‘golpe de Estado’ que los militares,  cumpliendo con su obligación  de defender el país de agresiones tanto externas como internas que causen enfrentamientos sangrientos, han corregido  restaurando la legalidad  atropellada.

Estos sucesos suelen darse cuando alguien, mediante manipulación de la ingenuidad de muchos, se alza con el poder desde el que satisfacer su personal ambición.

Por tanto, a esta  ‘restauración’ del orden legal entendemos claramente incorrecto asignar el calificativo de  ‘golpe de Estado’,  calificación que habría más bien que adscribir en exclusiva a la actitud y decisiones de Mursi y sus seguidores.