Lo que realmente son el Cielo y el Infierno según la Metafísica o Teodicea últimas
S. Juan de la Cruz
Entréme donde no supe, y quedéme --no sabiendo-- toda sciencia trascendiendo.
…………………………………………………………………………………
Estaba tan embebido, tan absorto y ajenado, que se quedó mi sentido de
todo sentir privado; y el espíritu, dotado de un entender --no entendiendo--
toda sciencia trascendiendo.
………………………………………………………………………………..
Y si lo queréis oír, consiste esta summa sciencia en un subido sentir
de la divinal Esencia. Es obra de su clemencia hacer quedar --no entendiendo-- toda
sciencia trascendiendo.
-o-o-o-o-o-o-
Es una memez
pensar que Dios es un señor con barba que está pendiente de poder decirle a alguien '¡te pillé, te pillé!'. Dios es
simplemente --y nada menos que-- la única existencia que existe por sí misma
(las demás existencias son efluvios, participaciones de la suya). Y es la única porque,
existiendo ‘por sí misma’, existe sin posible 'limitación',
es decir, como un fogonazo de decir "¡sí quiero!... ¡existir!" que, además, una vez 'producido', ya no tiene 'marcha atrás'. Es tan ‘simple’ (a modo de punto geométrico sin
'dimensiones') como
también es 'infinito' (como el fogonazo que
ilumina y 'llena' el infinito
de una esfera de radio infinito).
Infinito porque,
como existe por sí mismo, existe 'como le da la gana' y, por tanto, lo abarca todo. Por eso, porque lo abarca todo, es único: porque si hubiese otra existencia igual, también sería ‘infinita' totalmente
y, entonces, como se superpondrían ‘infinitamente’ las
dos, pues… ¡ya no sería 'otra'!, sino ¡'la misma’!...
Pero a lo que íbamos: no es un
señor con barba que nos vigila, sino
un fogonazo de existencia que, como es 'como le da la gana' (y porque le dio la gana), está ¡obligado! a
estar ‘infinitamente’… ‘autocomplacido en sí mismo’
(pues sería una idiotez que, existiendo
‘como le da la gana’, luego
resultase que no estuviese ‘satisfecho’ con cómo está siendo… ). Es decir que ‘se ama’
a sí mismo (¡a la fuerza!); y, como es infinito, pues se
ama ‘infinitamente’
(como no podrías ser de otra manera).
O sea: a lo que vamos: que la mejor definición
‘práctica’ de Dios (aparte de la ‘teórica’ de ser ‘el ser que existe por sí
mismo’) es la de San Juan evangelista: “Dios es Amor”
(pero… --y es lo que le faltó a S. Juan terminar de decir--, es Amor…
¡¡¡ Infinito !!! ).
Y ¿se puede imaginar mayor
felicidad y mayor sentido de
autorrealización
existencial que estar cerca, en presencia
de, ¡participando! de… ¡¡nada
menos que!!... en, con, y de… el ¡¡¡ Amor Infinito !!!?
Pues… eso, y no otra cosa, es el Cielo.
Ni más ni menos. La
felicidad y ‘la paz interior’
(que es inherente a la auténtica felicidad) de que nuestra existencia ‘participada’ se reúna (de un modo más o
menos ‘intenso’; pero ésa es otra historia…) con… ¡el Amor Infinito! del que, a la postre, todos
procedemos…
Y esto, ¿todos lo alcanzan? Pues sí:
todos… los
que no hacen la
imbecilidad de ‘intentar’ el imposible metafísico de ‘hacerse-como-Dios’, es
decir, de hacer de su capa un sayo y
atrochar y arremeter contra todos y contra todo como si ellos
fuesen los únicos y ‘absolutos dueños’ del Universo: es decir, como si ellos fuesen --y que no lo son-- Dios.
De modo que, empeñándose de este
modo en un imposible, se dan de bruces --de hoz y de coz-- con el mayor tormento imaginable: estar continuamente ‘rebelados’ contra la realidad de que ellos, por más que lo
quieran, NO
son Dios… (O sea: que nunca
podrán hacer ‘lo que les dé la
gana’; y contra
eso es contra lo que se rebelan).
Tormento, claro, que es exactamente lo
que es el Infierno,
¡y no otra cosa, caramba! (Que al igual que Dios NO es un iracundo señor con barba, el
infierno NO es un sitio donde te
están chinchando, sino que es
un ‘estado existencial’ que es en el que ‘uno mismo’ se encierra: ‘estado de rebeldía’ contra su propia existencia
que,
por estar y al estar en rebeldía consigo misma, impide por completo la plenitud existencial de reencontrase con… ¿con quién?, ¡con el Amor
Infinito, nada menos! (que ya es de tontos rebelarse para
quedarse sin
participar del Amor Infinito)
No es ‘donde te
chinchan’, sino donde ¡uno mismo! se
está torturando pretendiendo el imposible de ser él ‘como Dios’…
¿Consecuencia práctica? Que alcanzaremos el cielo siempre que nos mantengamos ‘inteligentemente’ en nuestro papel: en que somos una existencia que ‘comparte’ existencia con
todas las demás que forman el Universo… Universo que procede del Creador (el Amor Infinito, por cierto).
Es decir: que nunca nos antepongamos al respeto que
debemos a todos los
demás ‘compañeros de existencia’ del
Universo. A cada cual, el que
le corresponde.
Es decir: siempre que… ¡sin dañar! a
otras existencias (y menos aún, claro, a otras personas), por anteponer nuestro capricho, es
decir, por el ‘fastidiar’; en el
fondo.
De tal manera que luego estaremos tanto más cerca, y participantes, del Amor Infinito cuanto más
hayamos ido nosotros repartiendo siempre, conscientemente, el mayor Amor posible a todo el
mundo y a todos los
del mundo….
A la postre, es lo que quiso testimoniar S. Fco de Asís con su manera de pensar y comportarse.
De modo
que, como se ve, todo concuerda.
© Dr. Prof.
Fernando Enebral Casares
Addenda.- Para confirmación de la veracidad de los asertos incluidos en lo que precede, nos remitimos a lo afirmado recientemente por el Papa Francisco en su visita pastoral a una parroquia de Roma, recogido por la Agencia "Europa-Press" el 16 de abril de 2018 según aparece en Internet conforme aquí adjuntamos.
a 26 abril 2018
El autor: F. Enebral C.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio