1ª PARTE Hítler aún vive entre nosotros. NOCIONES DE PSIQUIATRÍA FORENSE
La figura de Hítler compendia los síntomas y los terribles
riesgos sociales que entraña la
paranoia. Y como los riesgos perduran hoy día en cada esquina, forzoso será estar muy atentos a los síntomas que
pueden desvelar la presencia de un paranoico en escena. El presente comentario en varias entregas, y tomando los bien
sabidos desvaríos de Hítler, trata de alertar sobre ellos cuando los percibamos en alguien de la
actualidad.
Pero, antes de nada, expondremos
unas nociones básicas de psiquiatría forense,
es decir, aquélla que tiene aplicación tanto en el Derecho Civil, como en el
Penal o el Administrativo, y en cada una de las secciones de éstos.
Y en seguida hay que aclarar algo fundamental: que las
psicopatías son, con frecuencia, meras ‘exasperaciones’ de algunos rasgos habituales del comportamiento humano. O bien,
la focalización de ellas en aspectos concretos.
En segundo lugar
apuntaremos que, en definitiva, LAS PSICOPATÍAS son
penosas DISTORSIONES que el sujeto hace DE LA REALIDAD.
Concretamente, las dos más graves para las personas que se cruzan
con el enfermo son la esquizofrenia paranoide, y
la propia paranoia. En
ambas, el psicópata llega a ‘romper’
con la realidad de su entorno
para substituirla por su ‘delirio’, pero por caminos
diferentes en cada una.
En la ESQUIZOFRENIA PARANOIDE,
el paciente es incapaz
de ‘relacionarse’ con su
entorno, de ‘captar’ la realidad ‘tal cual’ auténticamente es (‘esquizo’,
escisión; ‘fren/ia’, mental/cualidad,
conocimiento), y por eso es que ‘SE LA inventa
o IMAGINA’ conforme a
su previa fabulación
o enjuiciamiento condicionado por sus alucinaciones o suposiciones
inventadas. A
partir de lo cual adopta comportamientos
obviamente inadecuados, desproporcionados, ineficaces,
respecto de lo que está sucediendo. Y que, dentro de esto, son contradictorios, inútiles y, con frecuencia, agresivos incluso imprevisible y súbitamente.
La adjetivación de ‘PARANOIDE’
se refiere a que la sustitución que hacen
de la realidad por las fabulaciones de su ‘vida interior’
viene condicionada por ‘suposiciones’ que también son
típicas del delirio paranoico, tales como que
están siendo ‘perseguidos’ y tienen
que defenderse (como aquella médico que bruscamente se lió a cuchilladas con
cuantos se cruzaban con ella en el pasillo porque… ‘eran sus enemigos’ y tenía que ‘eliminarlos’),
o que son los llamados a ‘salvar el
mundo’ y también por eso han de ‘eliminar’
a quienes se les opongan, o que proceden de estirpe
regia (como el controvertido caso de ‘Anastasia
Romanova’, supuesta superviviente del asesinato de toda la familia del Zar
en 1918), o lo más tópico de ‘creerse Napoleón’,
etc
No obstante, con lo
dicho ya se intuye que hay comportamientos que pueden ser más
o menos indiciarios
(indicativos) de una esquizofrenia paranoide subyacente, aún no aguda… hasta su impredecible eclosión.
Por su parte, la PARANOIA
también implica una deformación de la realidad, pero ahora como ‘consecuencia’ de la obsesión ya
instalada, en vez de ser, como en la esquizofrenia, su ‘causa’.
En el paranoico, la
‘idea fija’ o ‘fijación mental obsesiva’
que se apodera de él es quien condiciona
la
‘interpretación’ que va luego a hacer de LA REALIDAD, a LA que RETUERCE cuanto sea
necesario para adaptarla al propósito o significado que su delirio le está imponiendo.
Éste se centra en
varios ‘temas’ (¡ojo!: ‘la’ tema --en femenino-- es, más que ‘el
asunto’. la ‘obsesión
u obstinación’ ; y de aquí el dicho de “cada loco con su tema”).
Así, el DELIRIO ‘DE PERSECUCIÓN’ es la ‘idea fija’, irreductible, de estar siendo víctima de un complot. Y por
tanto, todo lo que le sucede --por nimio que
sea--, es ‘interpretado’ como ‘prueba’
de estar siendo ‘acosado’ para destruirle. Por ejemplo: si el
autobús se nos escapa en nuestras narices, no
es que hemos llegado tarde, sino que el conductor se ha marchado a
destiempo para ‘fastidiarnos’ y
retrasarnos…
Evidentemente, cuando los avatares
cotidianos y la carencia de
valores superiores de convivencia
hacen que cada cual vaya ‘a lo suyo’
sin importarle qué atropellos tenga
que hacer para conseguirlo, la
mayoría de las personas se sentirán ‘atrapadas, atacadas,
desatendidas, machacadas’, y un largo etcétera de participios
pasivos parecidos; sin que esta INEVITABLE y VERAZ
sensación suponga ni el más mínimo
indicio de ‘delirio de persecución’,
sino sólo la CONSTATACIÓN de lo miserable que la convivencia llega a ser cuando cada cual se rige por ambiciones personales
(grandes o pequeñas) olvidando la máxima de que “puesto que todos
necesitamos recibir, todos deberíamos adelantarnos a compartir”.
Por ejemplo: por
nuestra polifacética proyección profesional --como periodistas, y docentes en
varias Universidades, y funcionarios polivalentes, y hasta políticos (y etc.)--
hemos venido teniendo
sucesiva noticia de los atropellos y aun literales ‘persecuciones’ que algunos ciudadanos sufren habitualmente por parte de curritos que se creen semidioses y
efectivamente refocilan su ego mediante el sadismo. Un caso
de éstos lo protagoniza incansablemente la Agencia
Estatal de Administración Tributaria contra un
contribuyente que osó interponer recurso ante el Tribunal Superior de
Justicia y lo ganó. Algún día que hablemos de política fiscal lo contaremos
como muestra de que hay realmente ‘persecuciones’
por parte de quienes, frente a otros, se siente prevalidos; sin que ello tenga que ver con la psiquiatría del
perseguido, sino con la del
sádico o grupo de sádicos perseguidores.
Otros
numerosos casos de parecido tipo hemos conocido, v.gr., en el seno de comunidades de vecinos. Como el de un señor a quien
el administrador de turno --muy amparado por su Colegio Profesional-- le acusó
de deudor por unos recibos que había pagado religiosamente, aunque careciese de
comprobantes que el propio administrador ya en su día se había encargado de no
facilitarle… Y el pobre señor, de edad ya avanzada,
sufrió por esta causa un infarto y murió, sin que a sus vecinos les
llegase a importar un pito el asunto.
Recientemente en la
Comunidad de Madrid, Diego,
un niño de 11 años con
alto cociente intelectual que inequívocamente traslucía su rostro agradable, fue
abocado al suicidio por el insufrible acoso de que era objeto; sin que,
desde luego, padeciese ficticias sensaciones de persecución, sino bien ciertas.
Es decir: que los rasgos paranoicos han de ser
cuidadosamente diferenciados de actitudes la mar de cuerdas en
--diríamos-- la mayoría de las veces.
Aunque son estas
otras pocas las que habrá que descubrir a tiempo. (Sobre esto, véase al margen, más arriba, y en
formato de imagen susceptible de pinchar, recuperar, ampliar y leer, un mordaz
artículo nuestro del año 1994)
Otra (en femenino) tema
u obstinación clásica en paranoia es el
DELIRIO ‘DE REIVINDICACIÓN’.
De un sencillito y
sinóptico “Manual
de psiquiatría” (M. Anty, Toray-Masson, 1967; véanse imágenes al margen), entresacamos que es una ‘PSICOSIS
PASIONAL’, que no sólo abarca las ideas fijas que se
imponen en la mente y orientan la actividad total del individuo en orden a obtener inmediatamente el
reconocimiento social y reparación pública que
el sujeto está seguro que merece y no se le presta, sino también los FANATISMOS QUE pretenden IMPONER
determinadas creencias, doctrinas, métodos, axiomas, aplicaciones y demás dogmatismos de carácter político A TODOS y por el imperio de la fuerza, dado que la ‘reivindicación’
se sustenta simultáneamente en el DELIRO DE GRANDEZA Y MESIÁNICO de ser los ÚNICOS
llamados a ‘salvar el mundo’, y tener
el
derecho y el deber de ANIQUILAR a todo aquél que se oponga.
Podría también
instalarse como 'reverso de la moneda' o 'reacción' extrema de
'superación' (o exacerbación de
la ‘respuesta' --neurótica--
que se da a la depresión --también neurótica-- por 'exceso de
sensibilidad' a sucesos emocionales 'negativos') frente al DELIRIO ‘DE RELACIÓN’ de
Kretschmer (o de reinterpretarlo todo pero ahora en sentido negativo,
depresivo, en exacerbación también de la neurosis depresiva acabada
de citar),
que aflora y se instala con ocasión de algún FRACASO humillante que AFECTA el
ORGULLO del psicópata en lo más
vivo, le causa lacerante FRUSTRACIÓN, y hasta le da la impresión QUE PROVOCA en los demás risas de BURLA.
Y se asocia
firmemente con el ya descrito DELIRIO ‘DE
PERSECUCIÓN’, puesto que el suceso humillante en seguida
lo atribuye
el enfermo a un complot
para destruirle. Frente a lo cual el paciente, y como
respuesta defensiva (incluso de gran violencia y, desde luego, en completa desproporción a los hechos
desencadenantes), rápidamente centra su OBJETIVO en alguien próximo QUE ANIQUILAR,
o se inventa un ENEMIGO EXTERIOR que exterminar.
Véase, en esto, su
concomitancia inextricable con el DELIRIO
--también-- ‘DE PERSECUCIÓN’ que
empuja al esquizofrénico paranoide a atacar por
sorpresa y, a ser posible, alevosamente
a la persona que en ese instante se cruce con él y la tome por el enemigo inmediatamente a
batir.
Aunque la MAYOR GRAVEDAD SOCIAL del síndrome PARANOICO es que,
tratándose de una urdimbre de justificación
fuertemente ‘racionalizada’ sobre un hecho ‘real’
pero que fue ‘INTERPRETADO’ A CONVENIENCIA, y a cuya
argumentación se van agregando
sucesivas y nuevas ‘explicaciones’
--aunque igualmente sesgadas mediante la DISTORSIÓN INTERPRETATIVA que el psicópata hace una y otra vez--, su discurso llega a captar la
aquiescencia ingenua de incautos. De tal modo ES FRECUENTE EL ‘CONTAGIO’
(delirio inducido, o “delirio de varios, en el que hay un
paranoico como inductor”, dice M. Anty) y la expansión (proselitismo)
incluso ‘explosiva’ (como ‘epidemia’ y hasta ‘pandemia’) del comportamiento paranoico. Véase, si no, cómo
el nazismo se propagó rápidamente. Y el
marxismo leninismo. Y hasta el actual yihadismo. Es lo que el saber popular concretó en que “UN LOCO HACE CIENTOS”.
Y dejamos para un siguiente apunte la
correlación, sumamente ilustrativa, del comportamiento de Hítler con estas nociones.
Dr.
Fernando Enebral Casares
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