La independencia de Autonomías es cáncer que las mata por delirio paranoico de algunos
De la hemeroteca tomamos el siguiente artículo que, aunque publicado el 28 de septiembre de 1994 en el Diario "YA" de Madrid, no sólo no ha perdido actualidad, sino que la tiene aún mayor.
Lo que demuestra la 'venta' de España por turbios intereses en el PSOE las dos veces que ha gobernado
He aquí su contenido:
El cuerpo y las autonomías
FERNANDO
ENEBRAL CASARES
LICENCIADO
EN CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DOCTOR EN LAS DE INFORMACIÓN
Como en nuestro
cuerpo, si alguna
célula, por llevar su autonomía
al extremo, se independiza
del resto, genera un cáncer.
O sea: la muerte para todos
célula, por llevar su autonomía
al extremo, se independiza
del resto, genera un cáncer.
O sea: la muerte para todos
Estando
los de Montes en Pontevedra para estudiar la flora galaica, quisimos una noche
obsequiar a las galleguiñas con una serenata. Contábamos esos días con la
presencia de un científico alemán que compartía nuestras exploraciones y
pronto se
apuntó al festejo. Pero hete aquí que, apenas comenzado, el germano optó por
retirarse, sentenciando: "En
Alemania siempre hay un solo pastor en cada rebaño,
un jefe para cada equipo. Pero entre ustedes no. Aquí
todos quieren ser pastores, todos jefes,
y ninguno oveja. Y así, ¡imposible!," Y nos plantó.
La anécdota
-lapidaria- viene a cuento del tinglado montado
en España con las autonomías, y que quizá haya procedido más de las ganas
que algunos tenían de ampliar la tarta que poder repartirse, que de otra cosa. Esto, al menos, es lo que cabe
inducir de la confesión que el propio Garaicochea nos hizo años atrás en el Club
Siglo XXI: "Sí
-dijo-; la ‘nacionalidad'
vasca es un invento de sólo hace unas décadas". O del comportamiento
de Pujol, con sus ramificaciones en banca y demás, y que en cuanto
se le critica, asegura que se ataca a Cataluña. "Cataluña
soy yo", parece creerse, como el Rey Sol. Pues ¡pobre
Cataluña entonces, si no fuese más que eso! O
Vasconia, si fuese como Arzallus o Idígoras. O Europa, si no
fuese más que un Mitterrand o un Kohl.
La intención de las autonomías no puede ser el levantar
ficticios 'muros' -como el caído de
Berlín- entre unas partes y otras, sino
el aportar cada cual, con eficacia y rapidez, lo mejor de sí, al conjunto histórico de todos. Un vistazo a nuestro cuerpo
nos lo aclara. ¿Qué pasa con
las células? Que trabajan con 'autonomía'
para asimilar y excretar, y para relacionarse con su entorno próximo, pero...
sin perder la orientación hacia un
todo común: sostener el tejido en que
están, y la vida del organismo.
Y hasta tal punto que, si alguna célula, por llevar su
'autonomía' al extremo, se 'independiza' del resto, genera
un cáncer. O sea: la muerte para todos.
Porque hay
una ley
general para el progreso de la vida. Consiste en que éste sólo puede lograrse por cada individuo -cada
entidad- a
base de renunciar a realizar por sí mismo unas cuantas cosas a cambio de
especializarse en otras, pero a condición de asociarse con otros para recibir
todos de todos. Es decir, que
si queremos 'prosperar' habremos de centrarnos en sólo unos cuantos campos y
completarnos luego con
otros. Pero, eso sí, contribuyendo a una coordinación común, y -como
nos decía el alemán- aceptándola; compartiendo
esfuerzos, pero para repartir
resultados, y, sobre todo, superando
cicateros egoísmos que,
cuando menos, son arena en los engranajes y, cuando más, conducen
a lo de Yugoslavia.
Así, la organización autonómica de un
Estado no la vemos como pretexto para romper la convivencia general en mil
`taifas' localistas, sino como manera de que las gentes de un lugar puedan
seguir la pista de cerca a los asuntos que les atañen. Vigilar mejor a los gestores que de
ellos se ocupen, decidir las
prioridades con que asignar los recursos que se tengan, y obtener atenciones más rápidas y eficaces en las necesidades
cotidianas. Pero jamás para dar pie a un lenguaje distinto con el
que impedir que los vecinos nos entiendan, irse de cabeza de ratón visitando por
ahí jerarcas extranjeros, o airear paranoicamente
lo de los `complots' contra nuestro terruño y la 'independencia' de
nuestro huerto.
La evolución biológica no va por
esto último. Muy al contrario, la vida
evoluciona en el sentido de integrarse
sucesivamente en nuevas
unidades que, sin abjurar de las anteriores, les confieran un sentido
más solidario, más global y, por lo mismo, también más eficaz y de mayores horizontes.
Porque mirarse el ombligo por descubrir 'nacionalismos' con que
golpear los morros del vecino no sólo es una estupidez, sino el principio del
fin: el cáncer del progreso y de la propia Humanidad.
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