Santiago Carrillo teme que se vuelva a ‘sus tiempos’ de Comisario Político ‘ejecutivo’
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La mayor paradoja jurídica e histórica que pueda alguien imaginarse es que Santiago Carrillo nos advierta del peligro de ‘volver’ a los tiempos ‘del miedo’, que son, sin duda, los que él mismo protagonizó sobresalientemente cuando era Comisario Político (resaltamos: ‘Político’) y ‘ejecutaba’ sus resoluciones sin intermediar leyes ni jueces ni procesos ni defensa alguna. En esos tiempos fue cuando se produjo la ‘ejecución’ de ¡diez mil! personas en Paracuellos por el simple hecho de que no tenían carnet del partido de usted, señor Carrillo, o algo parecido.
Ésos eran tiempos --de Carrillo-- en los que, por motivos ‘políticos’ o simplemente ‘por capricho’, avaricia, envidias, etc., no sólo ‘los milicianos’ invadían las viviendas particulares para saquearlas y apropiarse lindamente de ellas tras asesinar a sus sorprendidos e indefensos moradores, sino que, si a alguno de los inquilinos se les ‘perdonaba’ momentáneamente el pescuezo y se les enviaba a la cárcel ‘para interrogarlos’ (sobre el porqué carecían de carnet del partido de Carrillo, por ejemplo; o por qué figuraba su nombre entre los ‘bautizados’ de alguna parroquia cuyos archivos también habían sido previamente saqueados; y etc)…, en seguida se les decía que les iban a trasladar a otra prisión y…, por el camino, en la primera cuneta suficientemente amplia,… se les pegaba un tiro en la nuca junto con todos los ¡cientos! que ¡hacinados! transportaba el camión de ése tan peculiar ‘traslado’ de ‘presos’. Lo llamaban “darles el paseíllo”.
Éstas deben de ser las ‘fosas comunes’ que ahora algunos ‘descubren’ en algunas cunetas o descampados españoles, y que da la impresión que las ‘localizan’ porque saben dónde, en los tiempos de Carrillo, se ‘descargaban’ esos camiones que ‘trasladaban’ presos de la Segunda República… (y a los que, a muchos, se les ha reconocido pública y solemnemente como ‘mártires’ de una barbarie parecida a la que practicó Nerón).
Mas héte aquí que un señor con nombre de aumentativo de ‘pájaro’, y que era juez, ‘resolvió’ que al Sr. Carrillo ya no se le podía investigar por hechos del tipo de los arriba descritos (incluidos los 10.000 asesinados en Paracuellos), en tanto que va luego y ‘resuelve’ precisamente lo ‘diametralmente contrario’ respecto de otros supuestos,… siempre y cuando nunca se dijese que las víctimas procedían de los peculiares ‘traslados’ de los tiempos de Carrillo, sino que los huesos, en vez de pertenecer a los asesinados por la persecución típicamente genocida desplegada sistemáticamente por la 2ª República, eran… de ‘los contrarios’.
Así que… es perfectamente comprensible que Santiago Carrillo profese un abultado agradecimiento hacia ese pintoresco señor que tan paladinamente se contradice a sí mismo aunque, eso sí, siempre a favor de don Santiago (¡faltaría más!).
Sin embargo, señor excomisario de los años ‘del terror’ en el Madrid republicano y a los que parece que usted prefiere no ‘volver’ (“¿Volvemos a los tiempos del miedo?” titula usted su comentario; y suponemos que se estará refiriendo a ‘sus’ propios tiempos…), un juez que emite dos resoluciones inequívocamente contradictorias respecto de asuntos inequívocamente idénticos, incurre inequívocamente en prevaricación… o delirio patológico grave, pernicioso, socialmente ‘peligroso’. Aunque la contradicción, don Santiago, le favorezca a usted notoriamente.
Javier de Fernando
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